Las mujeres, históricamente, han luchado por conseguir la igualdad y ejercer sus derechos humanos. Si bien en el mundo hay grandes retos para conseguirlo, no ha sido igual de sencillo en todos los países. Algunos retrocedieron en esa lucha y están en graves violaciones de derechos.
Es el caso de Irán, donde, antes de la revolución islámica de 1979, las mujeres tenían derechos como en cualquier parte del mundo; eran servidoras públicas, oficiales, embajadoras o profesionistas. Pero después de la revolución esas libertades se acabaron. La ley reconoció a los hombres como los jefes de familia y las mujeres tuvieron una nueva obligación: seguir órdenes en todos los ámbitos.
Alrededor de 40 millones de mujeres en Irán no pueden viajar, buscar empleo o trabajar sin el permiso del esposo. Tienen prohibido mostrar su cabello en público. Sus centros de trabajo y escuelas están separados al de los hombres. Solamente pueden sentarse en la parte trasera de los autobuses.
La discriminación hacia ellas va más allá de cubrirse con un velo, son menospreciadas y menoscabadas. Se considera que su valor es inferior al de los hombres. El 16 de septiembre una mujer iraní de 22 años fue detenida por la policía moral poque no portaba correctamente su velo y mostraba parte del cabello. Fue golpeada por las autoridades y después de unos días murió.
Lo anterior originó manifestaciones y protestas para exigir libertad. En consecuencia, se han reportado, al menos, 35 muertos y 700 detenciones (CNN, 2022).
Que las mujeres alcen la voz es un reto enorme porque no solamente se enfrentan a las leyes, esposos o jefes, sino a las mismas mujeres conservadoras que siguen perpetrando comportamientos considerados moralmente correctos o incorrectos. Se enfrentan a las costumbres y a todo un sistema de creencias aceptado por la misma población.
El caso de Irán es un gran ejemplo de cómo el fanatismo puede convertirse en opresión hacia un grupo social. Ningún país está a salvo de que sucesos como este ocurran. La intolerancia, discriminación y rechazo a la diversidad son obstáculos en la construcción de la cultura de la paz. El mundo cambia constantemente y necesitamos ampliar nuestra perspectiva para garantizar que los derechos sean respetados. Tenemos que trabajar y luchar a fin de que la sociedad se percate de las injusticias que ocurren a su alrededor sin que esto signifique perder la vida.