Fue a finales de 2010 cuando el Comité Ejecutivo de la FIFA anunció que el país árabe Qatar sería el anfitrión de la Copa Mundial de la FIFA 2022. Para ello compitió con otros cuatro candidatos, nada menos que las grandes potencias de Estados Unidos, Australia, Japón y Corea del Sur.
Qatar ya no es solo un país de petróleo y muchos dólares; se respira futbol. El equipo local estará en la Copa del Mundo por primera vez desde que intentó clasificarse para el Mundial de Argentina 1978 (eliminado por Kuwait y Baréin).
La Copa Mundial de la FIFA Qatar 2022 (árabe: كأس العالم لكرة القدم قطر 2022) será la 22ª Copa Mundial de la FIFA masculina. Se llevará a cabo del 20 de noviembre al 18 de diciembre en Qatar, que recibió los derechos de organización el 2 de diciembre de 2010.
«Dícese de una acción que está políticamente orientada cuando y en la medida en que tiende a influir en la dirección de una asociación política; en especial a la apropiación o expropiación, a la nueva distribución o atribución de los poderes gubernamentales». Max Weber, Economía y sociedad. México, Fondo de Cultura Económica, 1964, p. 44.
La distribución de beneficios y cargas a corto y largo plazo –políticos y económicos– no es neutra. Uno de los principales favorecidos será la misma FIFA, quien es la propietaria original de todos los derechos comerciales emanados del mundial; es decir, posee tanto los derechos de transmisión televisiva, como el derecho exclusivo de anunciar, vender y distribuir productos en un radio de dos kilómetros a partir de los estadios; asimismo, sus ganancias estarán libres de impuestos.
Respecto de los beneficios políticos, el clima festivo nacional por motivo del mundial, favorable para la estabilidad política, es momentáneo; peor aún, ante otro Maracanazo–cuando Uruguay derrotó a Brasil en la final de su mundial de 1950–, la situación podría complicarse para Dilma Rousseff, quien intentará reelegirse a finales de este año. Así, puede ser que las ganancias económicas y políticas sean efímeras, mientras que la deuda y la sobreoferta deportiva, con el desgaste económico y político que traen aparejados, deban ser manejadas por gobiernos posteriores.
Igualmente, el envío y la aceptación de la candidatura pueden suceder en condiciones políticas y económicas más favorables que las que realmente acompañarán al certamen.
La FIFA eligió a Brasil como sede de la Copa Mundial 2014 en octubre de 2007, cuando todavía gobernaba Lula da Silva y el buen desempeño económico brasileño era mundialmente admirado, sin embargo, la responsabilidad de organizar el certamen y atender las resistencias políticas que ha enfrentado ha sido de Rousseff.
Es curioso que en 2004, cuando se eligió a Sudáfrica como anfitrión del mundial de 2010, las otras candidaturas hayan sido de Egipto, Túnez y Libia, países cuya primavera de movilización política hubiera alarmado a la FIFA de haber sido electos como sede.
La celebración del mundial de futbol supone la creación de un espacio público transnacional amplio y fértil. La presencia de equipos, aficionados, funcionarios y medios de comunicación de todo el mundo en el país anfitrión, por una parte, junto con la proyección que el evento y su país sede tienen a escala mundial, por otra, constituyen un doble espejo, porque todo el mundo está en el país anfitrión y el anfitrión está en todo el mundo.
El gobierno querrá mostrar un país avanzado y atractivo, la oposición politizará algún escándalo de corrupción o mala administración, mientras que organizaciones sociales pueden aprovechar la presencia de medios e interlocutores extranjeros para plantear demandas y hacer críticas con resonancia más allá de las fronteras del país, que sean escuchadas por los socios internacionales de su gobierno.
Este encuentro transnacional – espacio de sociabilidad transversal, múltiple, rico en posibilidades‒ hace interactuar a jugadores de cualquier nacionalidad que estarán bajo la mira de clubes que pueden hacer cambiar su carrera, turistas internacionales intercambiando opiniones con la población local, empresarios de múltiples nacionalidades planeando futuros negocios, y da pie a reuniones diplomáticas –por ejemplo, Angela Merkel hará una visita oficial a Brasil durante la competencia– y al cabildeo político internacional. Todas estas relaciones de «poder suave» –es decir, de atracción a través de valores y atributos positivos, y no por coerción– estarán cobijadas por la armonía del futbol y la competencia amistosa entre naciones.
“El mundo descubrirá Qatar y de eso se trata el futbol: unir a las personas”. Gianni Infantino.