Cabo Silva Luis Andrés
Universidad Autónoma del Estado de Morelos
Licenciatura en Ciencias Políticas
En las últimas décadas, el mundo ha despertado ante una realidad innegable: la salud del planeta está directamente ligada a la supervivencia y bienestar de la humanidad. Los derechos ambientales ya no son causa marginal, sino necesidad urgente para garantizar futuro justo y sostenible a todos.
El acceso a un medio ambiente sano fue reconocido como derecho humano por la ONU en 2022, un hito histórico que refuerza la idea de que la degradación ambiental es también violación a la dignidad humana. Contaminación del aire, falta de agua, deforestación y cambio climático no solo destruyen ecosistemas, también profundizan desigualdades. Quienes menos tienen son los más afectados en desastres naturales, sequías y pérdida de biodiversidad.
No contribuimos igual ante la crisis ambiental, pero todos sufrimos las consecuencias. Los países industrializados y las grandes corporaciones tienen una deuda ecológica con las naciones en desarrollo y comunidades vulnerables. La justicia climática exige que los mayores responsables asuman su parte: reducir emisiones, financiar la adaptación al cambio climático y transitar hacia energías limpias.
Proteger el medio ambiente no es únicamente tarea de gobiernos y activistas. Requiere una transformación cultural donde la sociedad asuma su rol. La educación ambiental debe ser prioridad en escuelas, empresas y medios de comunicación. Además, es vital que las comunidades participen en decisiones que afectan sus territorios y que se respete el conocimiento ancestral de pueblos indígenas porque ellos, por siglos, han sido guardianes de la naturaleza.
Aún hay esperanza. Iniciativas como la reforestación, las energías renovables y la economía circular demuestran que otro modelo es viable. Pero el tiempo apremia. Exigir políticas públicas firmes, consumir con responsabilidad y unirnos en acciones colectivas son pasos necesarios a fin de asegurar un planeta habitable.
Los derechos ambientales no son lujo, sino la base de un futuro donde las próximas generaciones puedan respirar aire puro, beber agua limpia y vivir en armonía con su entorno. La Tierra no nos pertenece; somos parte de ella y su cuidado es el legado más importante que podemos dejar.