La relación entre la educación y la independencia económica es un tema de alto interés. Históricamente, la inversión en la educación, tanto como una externalidad positiva como una vehículo para la acumulación individual del capital, ha sido innegable. Una persona que adquiere una serie de habilidades y conocimientos, a partir de un proceso de aprendizaje guiado por una institución educativa, ofrece un mayor valor para el resto de la sociedad, al igual que puede dedicarse a una profesión mejor compensada; resultando en una relación mutuamente benéfica.
Aunque hay poco debate sobre la importancia de proveer los niveles de educación básica de manera gratuita a toda la población (preescolar, primaria y secundaria), el tema adquiere complejidad pensando en educación superior (nivel licenciatura). A primera vista, parecería que hacer la educación superior accesible para la mayor parte de la población sería ideal, sin embargo, este tema se vuelve más matizado al contemplar todas las variables relacionadas. Por ello, discutiremos cuales con las ventajas de esta política, sus desventajas y sus implicaciones para México.
El argumento principal a favor de hacer la educación superior gratuita es que promueve el desarrollo socioeconómico de las comunidades. Si más personas en una comunidad tienen habilidades, como conocimientos de ingeniería, contaduría, medicina o escritura, la sociedad completa se beneficia: se expendería el acceso a maquinas, habría más negocios reportando ganancias, habría más servicios sanitarios y las comunicaciones y mensajes serían más claros. Una segunda dimensión de este proceso es que la expansión de la educación superior puede generar un círculo virtuoso, ya que un aumento en el número de bienes, servicios e infraestructura, a su vez, genera más oportunidades. Pensemos en una comunidad en dónde una expansión de contadores resulta en que los negocios tengan más ganancias. En ésta, las altas ganancias pueden resultar en que los dueños pueden poner otros negocios, aumentando el número de empleos en esas localidades.
Por su parte, los oponentes a la expansión de la educación superior argumentan que este proceso, a la larga, tiende a generar estancamiento económico y social. El tema principal es que expandir la educación superior es costoso: requiere una infraestructura para ofrecer clases (i.e. edificios con oficinas y salones) y contratar a especialistas en diferentes áreas (individuos con educación superior propia), que implican gastos. Invertir en esta infraestructura no sería muy costoso si se tuviera la certeza que los profesionistas que reciben esta educación generarán desarrollo , sin embargo, este hecho no está garantizado: a muchas comunidades no les urgen los servicios de profesionistas especializados en literatura, pedagogía o música. Aún si los servicios de un grupo tuviera un alto potencial benéfico para una comunidad, como el de los médicos e ingenieros, expandir estos conocimientos técnicos de forma gratuita y masiva usualmente requiere reducir su calidad (i.e. cubrir menos temas y verlos en menor complejidad para evitar reducir el número de personas que se dan de baja de estos estudios), resultando en servicios de menor calidad.
Tras conocer el debate teórico, es necesario observar la evidencia empírica. Por un lado, históricamente, hemos visto que expandir la educación superior gratuita trae grandes beneficios para una sociedad. En diferentes contextos, hemos visto que tener más profesionales calificados entre una población generan desarrollo real y valioso; basta ver la industrialización que experimentó México durante el Milagro Mexicano (1958 y 1970) y el crecimiento económico que India aún muestra como una consecuencia de invertir intensivamente en formar ingenieros y médicos.
Por otro lado, en países como México y Estados Unidos comenzamos a ver un aumento gradual en la población subempleada: jóvenes que estudiaron una carrera, pero tienen una profesión en dónde no usan sus habilidades (i.e. una persona que estudia comunicaciones y termina como taxista). Además, hay un encarecimiento de servicios muy importantes, como plomería y construcción, porque la idea de ir a la universidad suena más atractiva que estudiar estas carreras técnicas invaluables.
A partir de estos argumentos, quizás haya una solución que tome de ambos lados. Quizás sea posible modificar el sistema de educación media superior pública para enseñar a los estudiantes habilidades que serían muy valiosas para cualquier comunidad, como escritura y contaduría; mientras que se fomente un sistema de educación superior pública estratégico (i.e. médicos, ingenieros y programadores