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El arte es para todos y sus efectos también


L.D. Renata Rubí Hernández Monter

El arte, como entidad intrínseca al ser humano, se expande más allá de su utilidad y funcionalidad. Es una celebración de la creatividad, la expresión individual y la capacidad de explorar lo intangible. En su diversidad, el arte enriquece la vida al ser un medio para la conexión emocional, la reflexión y la comprensión entre personas. 

Particularmente, la música funge como enlace entre culturas, idiomas y fronteras. Es un testimonio de la belleza inherente a la experiencia humana. Como sostiene Pablo Ahmad, galardonado del Latin Grammy y destacado productor discográfico, músico y compositor argentino de nacimiento y mexicano de corazón, “la música está al alcance de todos”.

Pese a que no todos se consideran artistas, la capacidad de imaginar y expresarse de múltiples formas y estilos es una característica compartida por la humanidad. La música, en sus diversas formas, celebra la universalidad. En palabras de Ahmad, “el arte en general crea identidad, un valor que fortalece la integración de una sociedad”.

No obstante, la creación y el acceso a diversas manifestaciones artísticas enfrentan retos considerables y uno de ellos es debatido constantemente: la participación del Estado en el impulso al arte. A diferencia de temas como salud, seguridad, educación o empleo, el arte, en ocasiones, no es considerado como eje rector del desarrollo de una sociedad. Sin embargo, esa concepción debería ser modificada, ya que la neurociencia respalda el impacto positivo que tiene la música en el comportamiento del cerebro humano, generando aumento de dopamina, que impacta considerablemente en el comportamiento humano y da como resultado personas más felices.

Sin mencionar la mejora en la calidad de vida o la posibilidad de reintegración social y la disminución de la violencia, los efectos positivos que genera la experiencia del arte son variados. Es por eso que las subvenciones públicas son esenciales porque se orientan hacia fines sociales.

En el contexto de las artes, esto implica garantizar el acceso y la participación de la sociedad en la producción y disfrute de contenidos artísticos. Estas subvenciones buscan, por lo tanto, democratizar el acceso al arte y la cultura.

Ofrecer posibilidades para hacer o consumir arte permite crear mejores realidades para los ciudadanos, pero tampoco hay que esperar que el Estado lo resuelva todo. Hay que animar a todos a dar el primer paso, sobre todo a las infancias, incentivarlos a ser curiosos a la hora de expresar sus ideas, impulsarlos a buscar oportunidades en todos los sectores e incluso fomentar proyectos y hacer que las cosas pasen.

Si uno de los objetivos es implementar el arte para crear empatía y sensibilidad, primero hay que utilizarla para colaborar y hacer posibles esas oportunidades en sus propios entornos, empezando en sus barrios y comunidades; pequeñas acciones hacen la diferencia. Hay que partir de la idea de que sí es posible garantizar la distribución social del arte.

Lo anterior implica no solo la creación y producción, sino también la accesibilidad para diferentes segmentos de la sociedad. La idea es que el arte no sea exclusivo de ciertos grupos, sino que esté al alcance de todos, contribuyendo así a la diversidad cultural y al enriquecimiento de la sociedad en su conjunto.

Las opiniones vertidas en este texto son responsabilidad única y exclusiva del autor o de la autora.


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