El ser humano, por naturaleza, se considera un ente social, un animal político; el zoon politikon, como lo definía el filósofo griego Aristóteles. Según este pensador, el individuo posee la habilidad de relacionarse políticamente con otras personas a través de los distintos tipos de lenguaje.
Es decir, comunicar un mensaje y generar una connotación, positiva o negativa; es justo aquí donde nos encontramos con el primer antecedente de la comunicación política tal y como la conocemos hoy día.
La importancia de comprender las bases de la comunicación política resulta fundamental para hablar de la eficiencia de comunicar un mensaje en nuestra sociedad actual y es indispensable si se trata de analizar el preámbulo de la opinión pública en torno a una estrategia efectiva de comunicación.
Ahora bien, dentro del imaginario colectivo de nuestra sociedad queda enmarcado el hecho de que aquello que no se comunica no existe, y es justo por esta razón que necesariamente esa máxima toma un eco especial si se trata de hablar de nuestros representantes populares.
El objetivo primordial de la comunicación política es generar un puente de interacción entre el político, en este caso el legislador, y la ciudadanía, lo que abre la posibilidad de crear narrativas que puedan llegar a impactar a la sociedad y que, en consecuencia, a través de ese canal se pueda informar, persuadir e, inclusive, llamar a la acción a aquellos sectores que simpatizan con nuestro mensaje.
En la actualidad, el hecho de hablar de comunicación política de forma casi involuntaria nos orilla a pensar en las redes sociales o en cualquier otro medio digital que forme parte de la política 2.0, sin embargo, debemos entender que, si bien los medios digitales se han convertido en un gran canal para llevar nuestro mensaje a los receptores, no son el único medio para comunicar aquello que creemos relevante.
Necesitamos comprender que disponemos de las herramientas para comunicar nuestro mensaje a la ciudadanía, pero, ahora bien, ¿qué pasa si no logramos generar ese puente de comunicación legislador- ciudadano, o bien, si simplemente no le damos la importancia necesaria y decidimos no transmitir nuestras posturas o acciones a la sociedad?
Para tal efecto, tendremos que asumir que no solo basta una excelsa estrategia de trabajo en la agenda legislativa, sino concebir que en la política no solo importa el hecho de ser buenos políticos, sino asegurarnos de que la gente lo sepa. Dicho en otras palabras, aquel legislador que trabaja, pero no comunica, está en el mismo nivel del legislador que no trabaja.
Por ello es que en las responsabilidades que tenemos como asesores, consultores o legisladores, debemos brindarle el cuidado preciso a nuestra estrategia de comunicación, porque no solamente se encuentra implicada nuestra credibilidad y coherencia como representantes populares, sino también la posibilidad de transformar el futuro de nuestra sociedad.
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