Hace un par de semanas se hizo del conocimiento público que la ministra Esquivel había plagiado su tesis para licenciarse en Derecho, por la UNAM. La noticia evidentemente hizo que todos los mexicanos nos quedáramos atónitos, ya que es inexplicable cómo una persona que plagió su tesis, en primer lugar, haya quedado desapercibida tanto tiempo.
En segundo lugar, que haya llegado tan lejos en el servicio público de nuestro país, a tal punto de tener la oportunidad de ocupar un lugar en la Suprema Corte de Justicia de la Nación y, peor aún, haber sido candidata para presidir la Corte.
Todo este caso se fue desarrollando a finales de diciembre y el mes de enero, en un contexto alentador para el Poder Judicial del país, ya que la ministra Piña, el 2 de enero, había ganado las elecciones para presidir la Corte. Un día histórico para las mujeres de este país.
Ante los fuertes rumores que circularon, que evidenciaron su deshonestidad y corrupción, la ministra señaló que su tesis no había sido plagiada, que más bien alguien más fue quien le copió a ella. Cabe mencionar que la persona plagiada fue sancionada, mientras que la ministra Esquivel, en total impunidad y tranquilidad, seguía ejerciendo su cargo.
Pasados aún más días, la UNAM a través de un comunicado determinó que, en efecto, sí era plagio. Estableció lo siguiente: “La tesis elaborada en 1987 es copia sustancial de la original presentada en 1986.” Al confirmarse esto, todos pensábamos que la ministra realizaría lo que cualquier otra persona en ese contexto haría: renunciar al cargo. Además, anular su tesis, pero no.
Esto solamente desencadenó una contienda entre la SEP y la UNAM, en donde únicamente se lavan las manos y se deslindan completamente del asunto. Por su parte, el secretario de Gobernación mencionaba en conferencia de prensa que es responsabilidad y facultad única de la UNAM, ya que la SEP no tiene el poder de cancelar el título de Yasmín Esquivel. Mientras tanto, la ministra, sin siquiera un poco de vergüenza y con mucho descaro, se pone la toga y sigue tomando importantes decisiones en el pleno de la Corte.
Y hasta hoy, ya confirmado que la ministra sí plagió su tesis de licenciatura, no hay sanciones. Lo más lamentable de todo es que Esquivel dijo en un encuentro con la prensa, con total tranquilidad, que no tiene nada de qué avergonzarse, que tiene una carrera impecable y que seguirá trabajando intensamente y participando en las sesiones defendiendo la Constitución y los Derechos Humanos.
En mi opinión, claro que hay razones para avergonzarse. Kenia López Rabadán, senadora de la República, no lo pudo decir mejor: “En primer lugar, tiene que avergonzarse por dañar al máximo tribunal de este país, avergonzarse por dañar la reputación de la UNAM, avergonzarse como mujer, como abogada y servidora pública. Avergonzarse de los votos a favor de los caprichos del presidente que ha dado usted como ministra. Tiene que avergonzarse de haber plagiado su tesis. Por supuesto que hay razones para avergonzarse, y si usted no lo ve, lo ven millones de mexicanos.”
El problema de fondo con este caso es que debilita la credibilidad de las instituciones, de los funcionarios, que bastante dañada ya está, genera descontento, más hartazgo y enojo entre la población y desconfianza. Este caso es lamentable para la impartición de justicia de este país, ya que por cada día que pasa y no hay algún tipo de represalia, se va perdiendo más y más legitimidad en los órganos encargados de procuración de justicia en este país.
Con toda esta situación que sigue inconclusa, solo pasan por mi cabeza estas preguntas: ¿Cómo podríamos pensar que la ministra Esquivel era candidata a presidir la Corte? ¿Y si hubiera ganado? ¿Cómo estaría este país, qué hubiera pasado y en qué lugar quedaríamos frente a los demás países? Es una burla.
Lo que sí queda claro es que todo este caso prueba las malas prácticas de Morena y que su discurso ya los rebasó con la realidad.
En conclusión, por el bien de todos, que renuncie Esquivel.
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