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Elecciones primarias obligatorias, ¡ya!


Vidal llerenas

Los métodos de selección de candidatos presidenciales, disfrazados de otra cosa, por los vericuetos de la ley, han sido cuestionados. En Morena se acusa de intervención gubernamental y uso excesivo de recursos privados, que determinaron el resultado. En el frente simplemente no fue posible realizar el proceso de votación que se contemplaba realizar entre los ciudadanos interesados que se registraron. El problema es que se trata de procesos que no organiza una autoridad electoral, en los cuales es casi imposible impugnar y resolver controversias. En realidad los partidos se las ingenian para llevar a cabo elecciones sujetos enteramente a sus reglas, lo que resta en transparencia y certeza. En particular, las encuestas no son el mejor método de elección, existen distintas metodologías de cuestionario, muestreo y logística de levantamiento, además de distinto grado de representatividad. En realidad el ciudadano no vota, por lo que tiene un déficit democrático inherente, es una solución adecuada en ciertas ocasiones, pero no puede ser un mecanismo permanente de selección.

Otro defecto es que una encuesta cambia los incentivos de quienes contienden. Esto quedó claro a lo largo del proceso de MORENA. Por un lado, Marcelo Ebrard buscó posicionarse no sólo a partir del reconocimiento de su nombre, sino también, de la presentación de una agenda progresista propia, la recapitulación de su exitosa carrera y el posicionamiento de un proyecto inclusivo, dirigido a toda persona que viera en Marcelo a una opción para dirigir un buen gobierno. Por otro, Claudia Sheinbaum apostó al reconocimiento de su nombre, a través de la parafernalia, las bardas, los espectaculares, los eventos masivos y la repetición de un mensaje que nunca dejó ver si tiene, o no, un proyecto y una agenda propia. Esto abona al déficit democrático que mencioné anteriormente, en el sentido de que además de que una encuesta limita la participación, también genera dinámicas en las que se priva al electorado de conocer y discutir las propuestas, los pros y los contras, de quienes contienden.  

El proceso de MORENA, así como el del FAM, ponen de relieve la necesidad de que nuestro país adopte a las elecciones primarias obligatorias, organizadoras por autoridad electoral, como método para definir a aspirantes a cargos públicos. Ese tipo de primarias son particularmente importantes en un país como el nuestro, presidencial, sin segunda vuelta. Abrir la decisión a la gente en la forma más amplia existente, que es la universalización del voto, permite salvar déficits democráticos, pero también generar discusiones más amplias en torno a los problemas que tiene el país y las soluciones que propone cada quien para resolverlos. Además, las elecciones primarias no sólo contribuyen a la transparencia, sino que robustecen la cultura cívica y promueven la participación de una sociedad cada vez más politizada. Ejemplos de elecciones primarias exitosas existen en nuestra región. Por ejemplo, en Uruguay, la democracia más robusta del continente, y en donde las primarias han contribuido a la conformación de un consenso democrático progresista, la discusión de propuestas claramente diferenciadas y la representación regional de aspirantes que son diferentes. Algo así le vendría bien a México, cuyo partido mayoritario hoy ha elegido a una competente representante a través de un método que le queda mucho a deber a la transparencia, a la participación y a la calidad democrática. 

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