Victoria Sirazi P.
Universidad Panamericana
La inocencia de los niños, niñas y adolescentes traducida en terror y crimen organizado.
Entre los juegos y la realidad, la realidad de muchos niños, niñas y adolescentes (“NNyA”), supera cualquier imaginación inocente.
La violencia actual que se vive alrededor del mundo es un fenómeno social complejo, vinculado a dinámicas de poder, desigualdad y cambio social acelerado.
Si bien hemos avanzado como humanidad en el entendimiento de nuestro alrededor y de la educación, fallamos en reconocer la afectación que puede tener el contexto en el que una persona se desenvuelve para con su propio futuro y desarrollo.
En pleno siglo XXI nos enfrentamos a grupos terroristas y de delincuencia organizada que optan no solo por utilizar a NNyA como meros escudos humanos destinados a salvaguardar sus propias vidas y la de todo miembro de sus grupos, sino que además son utilizados como fusiles de guerra e instrumentos activos en la perpetuación de actividades ilícitas. Este fenómeno, pone de manifiesto la vulnerabilidad a la que se exponen los menores diariamente, siendo sometidos a situaciones de violencia y coercitivas que trascienden todo límite tanto jurídico como ético.
El contexto en el que una persona crece tiene un impacto significativo en su desarrollo, y esto se relaciona directamente con la tendencia de algunos NNyA a involucrarse en el crimen organizado. La etapa de la adolescencia es propicia para la manifestación de un considerable conjunto de comportamientos arriesgados.
Partimos de la premisa inicial de que un menor de edad carece de los elementos necesarios para dar consentimiento. Pues lo anterior, es razón por lo cual nuestro ordenamiento jurídico prevé la mayoría de edad a los 18 años, a pesar de que actualmente se encuentran estudios neurocientíficos que aseguran que realmente un cerebro no deja de madurar sino hasta los 25 o 30 años, cuestión que ha sido comprobada por el “Instituto Nacional de la Salud Mental” y otros.
Reclutar a niños, niñas y adolescentes para el crimen organizado y el terrorismo es alarmantemente sencillo debido a varios factores. Estos NNyA, a menudo provenientes de entornos desfavorecidos, carecen de recursos educativos y laborales, lo que los hace más susceptibles a la manipulación, esto refiere al concepto de vulnerabilidad. En una etapa de su vida donde buscan identidad y pertenencia, encuentran en estas organizaciones una sensación de comunidad y propósito, nuevamente una cuestión de vulnerabilidad.
Los reclutadores, por su parte, utilizan tácticas de persuasión y manipulación, presentando imágenes de poder y estatus, y a veces emplean el miedo y la coerción. La inmadurez emocional y la falta de experiencia de vida de los NNyA los llevan a tomar decisiones impulsivas sin considerar las consecuencias. En algunas comunidades, la desconfianza en las autoridades hace que los jóvenes busquen protección y apoyo en estos grupos ilícitos. Estos factores combinados crean un entorno en el que los menores son especialmente vulnerables al reclutamiento.
Seamos honestos, en esa edad, los NNyA son como una esponja, absorven todo lo que ven y todo lo que escuchan, por lo que moldear su ideología y perspectiva de vida es extramadamente fácil, en especial cuando su vulnerabilidad se agrava por las condiciones en las que ha crecido o está creciendo. A mayor vulnerabilidad tiene que haber mayor protección.
No solo nos referimos a la participación en actividades ilícitas, sino también a la victimización de un sector vulnerado abandonado por las instituciones estatales, quienes no ofrecen alternativas viables para satisfacer sus necesidades básicas de manera legal.
Los niños, niñas y adolescentes son víctimas ideales. En el análisis de Nils Christie sobre la "víctima ideal", se destacan cinco atributos cruciales que caracterizan a una persona para ser víctima tal y como nos lo resume Sara Daniela Villamil Gómez en su obra “Fenómeno de reclutamiento y utilización de niños, niñas y adolescentes en Colombia: (a) la debilidad, (b) la ejecución de una tarea respetable, (c) la ubicación inocente en el momento de los hechos, (d) el perfil amenazante del perpetrador y (e) el hecho de que el perpetrador sea un desconocido para la víctima. Esta conceptualización es relevante al examinar el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes en contextos de crimen organizado y terrorismo, donde son vistos como objetivos fáciles debido a su supuesta debilidad.
Los grupos terroristas y criminales no muestran compasión hacia los niños debido a varios factores que priorizan sus objetivos estratégicos sobre la empatía. La deshumanización permite a estos grupos ver a los niños no como individuos vulnerados, sino como herramientas útiles para alcanzar sus fines. Además, la falta de alternativas económicas y educativas en algunas regiones deja a los menores y sus familias sin opciones, haciendo que la incorporación a grupos armados parezca la única vía de supervivencia o mejora.
Por lo que hace a México, existe un sistema jurídico especial para los NNyA, denominado Sistema Integral de Justicia Penal para Adolescentes. Este sistema reconoce las particularidades de su desarrollo y establece que los menores no deben ser juzgados de la misma forma que los adultos. Y entonces pregunto: ¿Por qué sí reconocemos sus particularidades para el tratamiento especial en caso de conflicto con la ley, pero no para su protección cotidiana? Reitero, mayor vulnerabilidad requiere mayor protección. Nuestros niños son nuestro futuro y abordar esta problemática requiere una acción integral que trascienda de la simple tipificación de conductas penales, no puede limitarse solo a ello. Se requieren de protocolos que tengan una perspectiva garantista y que incluyan acceso a la educación, la cual juega un papel fundamental no solo para las víctimas, sino también para los perpetradores, protocolos que se hagan eficaces y no sean una letra más en papel.
Los problemas de delincuencia y terrorismo no puede erradicarse únicamente desde lo que se ve desde la superficie, sino que tiene que abordarse desde sus raíces, de la educación.
Estos NNyA, atrapados entre la promesa de una vida mejor y la realidad de su desamparo, terminan por realizar actos de violencia inimaginables, demostrando que la inocencia pérdida no solo es una tragedia personal, sino una amenaza creciente para la sociedad.
Estas prácticas no solo despojan a los menores de su infancia, sino que también los convierten en herramientas de terror, perpetuando un ciclo de violencia y desesperanza para todos.