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Unidad, conocimiento y propósito: la revolución que necesitamos para construir el México que merecemos


Por Antonio Reyes Lozada — Asesor Legislativo

“Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”, dijo Salvador Allende. Y tenía razón. La juventud es energía, impulso e inconformidad; es la chispa que enciende los cambios profundos. Pero también he aprendido que la revolución verdadera no nace solo de la emoción, sino del propósito, del compromiso y de la unidad.

Ser revolucionario sin dirección es encender una llama sin saber qué se quiere iluminar. La transformación auténtica comienza cuando entendemos que no estamos solos y que nuestra fuerza cobra sentido dentro de una comunidad. Hoy, uno de los problemas más visibles en nuestra sociedad es la dificultad para trabajar en equipo. 

Vivimos en un tiempo donde muchos buscan obtener un poco más para sí mismos. No lo juzgo: es natural querer cosechar lo propio. Pero cuando esa búsqueda individual se convierte en un obstáculo para el progreso colectivo, suceden siempre las mismas historias: oportunidades perdidas, proyectos inconclusos y una sociedad que avanza más lento de lo que podría. 

Lo he visto en distintos espacios: entre jóvenes, en el trabajo y en lo social. Situaciones que tenían todo para salir bien terminan complicándose porque faltó organización, porque alguien quiso sobresalir por encima del grupo o simplemente porque no supimos colaborar con respeto y humildad. 

Si queremos un México más justo, fuerte y digno, debemos entender que todos somos parte de una misma estructura social. Ningún engrane funciona por separado ni puede mover el sistema completo por sí solo. Todos dependemos unos de otros. 

Las instituciones del Estado también son fundamentales. El Poder Ejecutivo administra y ejecuta políticas públicas. El Poder Legislativo crea y modifica leyes. El Poder Judicial garantiza que se respeten nuestros derechos y que se cumpla el marco legal. Pero incluso con instituciones funcionando correctamente, sin organización social, sin valores sólidos y sin participación ciudadana, es difícil avanzar al ritmo que necesitamos. 

La construcción de México no ocurre solo en la política. Empieza en casa, en la calle, en la escuela, en el trabajo y en la manera en que colaboramos y nos relacionamos. 

Este año ha traído oportunidades, desafíos y aprendizajes. El cambio es constante y lo único seguro es nuestra capacidad de adaptarnos. Parte de ese aprendizaje consiste en reconocernos como parte de un todo y en fortalecer valores que promuevan el respeto, la solidaridad y el humanismo. 

Estoy convencido de que México va por un buen camino. Somos un país lleno de cultura, creatividad, talento y calidez. Tenemos todo para seguir creciendo dentro del marco de la ley y para construir los sueños que cada persona busca en su propio ámbito. 

Sin embargo, para lograrlo necesitamos unidad con propósito. No se trata de pensar igual, sino de compartir un destino común. Las grandes transformaciones no ocurren por accidente, sino por la suma de voluntades. 

Por eso comparto algunas herramientas prácticas que pueden ayudarnos en este 2026 a tener una voz más fuerte, una interacción social más sana y una ciudadanía más consciente. 

1. Conocer cómo funciona el país   

El primer paso para influir es comprender. Saber qué hace cada poder del Estado es clave para una ciudadanía responsable. No podemos cambiar lo que no conocemos.

2. Involucrarnos en asociaciones y espacios comunitarios   

La participación organizada enseña a colaborar, escuchar, dialogar y construir acuerdos.

3. Fortalecer valores desde la familia   

El respeto, la empatía, la disciplina y la honestidad nacen en casa y moldean ciudadanos coherentes.

4. Trabajar en equipo sin buscar ventajas injustas   

El progreso colectivo ocurre cuando dejamos de competir contra quienes están del mismo lado.

5. Aprovechar la información de manera crítica   

Hoy tenemos acceso a cantidades enormes de información. Usemos ese recurso para entender mejor nuestro entorno y tomar decisiones más conscientes.

México tiene un futuro brillante, pero ese futuro depende de nosotros: de nuestra capacidad de unirnos, colaborar, informarnos y actuar con propósito. Somos parte de la solución y nuestra voz se fortalece cuando se basa en el conocimiento y en los valores. 

Como dijo Lázaro Cárdenas: “Gobernar es educar”.   

Y educarnos entre nosotros es uno de los actos más importantes para avanzar como país.

Que este 2026 sea un año para participar, colaborar y transformar. México no cambia solo. México cambia cuando nosotros cambiamos. 

Instagram: @AntonioLozadaMMX 



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