/ Pluralidad


news

Entre los Compases Sangrientos del Vals del (Des)interés


Alfredo Díaz Román Derecho, Universidad Anáhuac Letras Inglesas, UNAM

Es algo desalentador cuando una tragedia es ofuscada en aras de una ideología; es algo que nos orilla a preguntarnos no solamente si estamos acercándonos peligrosamente a perder nuestra humanidad como sociedad, sino a preguntarnos sobre ese mismo resultado: ¿no la habremos ya perdido? Porque la empatía ha dejado de ser el parámetro para medir la tragedia humana y ha dado lugar al interés, interés que por naturaleza es desalmado y ecpático. 

Y esto no es de bandos, el uno bueno, el otro malo; la realidad rara vez es un cuento de estructura tradicional. Aquí los bandos –si es que creemos que existen— se mezclan en los grises más manchados, sucios y desborronados, al punto en que es casi imposible distinguir el uno del otro.

Liberales, conservadores, socialistas, progresistas; estos conceptos, que en su momento y en su concepción fueron banderas que al enarbolarse evocaban el espíritu y las convicciones de lo que significaban, hoy son meras etiquetas que se quitan y se ponen para acceder al interés personal.

A la vertiginosa velocidad con la que llegan, pasan y se van las noticias, no creo que sea innecesario recordar aquella que nos sacudió el pasado lunes 13 de noviembre, muy probablemente ya un lejano recuerdo para muchas de nuestras mentes posmodernas, actualizadas, efímeras, banales: Ociel Baena, conocido como El o Le Magistrade, hallado sin vida en su domicilio junto con su pareja, víctima de heridas punzocortantes.

Y de inmediato, comienza el vals del interés, con esa cadencia acelerada, sangrienta, urgente, casi podríamos decir hasta cachonda en su vulgar deseo por ser todos los primeros en emitir, no opiniones, sino verdades absolutas; ya irónicamente interesadas, ya cínicamente burlonas. Porque una sociedad desprovista de empatía –no hacia las ideas de una persona, sino hacia la persona por su dignidad– es una sociedad para la cual humanismo, respeto, tolerancia son conceptos tan incomprensibles que resultan risibles y utilitarios.

Es por ello que no sorprenden en absoluto las reacciones de estos “bandos” que giran alrededor de dicha tragedia; por un lado, los llamados progresistas, partidarios LGTB+ y demás colectivos de izquierda quienes, en su ala más radical, se adelantan irracionalmente y encelados por el odio reaccionario que ellos mismos denuncian, emiten juicios y crean supuestos, deje usted previos a una conclusión oficial de fiscalía, sino contrarios a todo procedimiento forense y científico, básico y mínimo. Enarbolar una bandera que de origen se conceptualiza como víctima, usando esa calidad como su arma más poderosa en lugar de asentar la fuerza de su movimiento en las ideas y los argumentos, no es de extrañarse que reaccione instintivamente ante una tragedia como la ocurrida con Baena. Para la izquierda, no se trató del asesinato de Ociel; para la izquierda fue un ataque a su Orgullo.

Y por el otro lado, los llamados conservadores, en su pedestal de rectitud y protección de lo natural y de lo bueno, pero que no parece excluir el ingenio jocoso, crudo y cínico; se lamentan, pero cuchichean, porque es verdad que no se le desea la muerte a nadie, y pobre de él, y que Dios se apiade… pero ya no va a hacer más daño a la sociedad, pero eso es lo que se buscan los homosexuales con su falta de control pasional, pero el caos atrae más caos, y, de verdad ¿qué esperabas? Para la derecha, no se trató del asesinato de Ociel; para la derecha fue una oportunidad de continuar acentuando su superioridad moral.

Y ahora yo les pregunto, para nosotros, ¿qué fue? Ojalá para nosotros haya sido lo que fue, el asesinato de un ser humano, por las causas que hayan sido, un asesinato, y que eso nos haga reflexionar, pero no sobre los pronombres, el movimiento LGTB+ o los movimientos por la familia, cosas todas importantes, cosas todas que deben debatirse, en su momento y su lugar, con las convicciones de cada uno. Pero no en torno a esta noticia; esta noticia versa sobre algo de lo que no podemos darnos el lujo de sentarnos a debatir alrededor de un café.

La muerte de Ociel Baena es un triste registro más en los anales de la historia violenta de este país que cada día me cuesta más trabajo amar, un país que no deja de sangrar a lo bestia, un país que por nuestra apatía, desinterés y conformismo no nos merecemos, gobernado por uno de los gobiernos que, proporcionalmente, no hemos podido jamás habernos merecido mejor.

Las opiniones vertidas en este texto son responsabilidad única y exclusiva del autor o de la autora. 


Notas relacionadas