/ Pluralidad


news

La cruel y cruda realidad de los “anexos”


Aram Vázquez Requena

En México, desde la década de los años 1980 estos famosos y ya denominados “anexos” o “granjas” han prometido a los familiares de un adicto que es posible la recuperación, pero ocurre lo contrario porque las humillaciones, vejaciones, violaciones a derechos humanos y delitos que se comenten en estos lugares terminan por agrandar el problema de adicción.

Los “padrinos” que “rescatan” a estas personas las mantienen recluidas contra su voluntad, además de sacar provecho de las cuotas aportadas por los familiares. Golpes, privaciones ilegales de la libertad, humillaciones, vejaciones de toda índole y hasta homicidios son frecuentes en los anexos, donde los adictos viven hacinados y en condiciones infrahumanas.

En México operan muchos centros de reclusión para alcohólicos. Ahí ocurren asesinatos, torturas, suicidios y graves violaciones a los derechos humanos ante la inacción de las autoridades, ya de por sí incapaces de ayudar a los casi 7 millones de adictos al alcohol. Estos anexos o granjas son cárceles a donde se lleva forzadamente a los adictos para “rescatarlos” de su adicción alcohólica mediante múltiples formas de tortura física y psicológica.

Están ahí los adictos contra su voluntad, lo que contraviene los más elementales derechos humanos.

También hay clínicas privadas con personal capacitado. Sí, pero son muy caras para la mayoría de las familias que tienen en casa a un alcohólico grave. No todas tienen 200 mil pesos para pagar un internado en la clínica Oceánica. En cambio, es más fácil que desembolsen 500 pesos de cuota semanal que cobran estas granjas y anexos.

¿Qué atropellos concretos se cometen en estos sitios? Para empezar, a esos lugares tu familia te lleva a la fuerza, por lo que de entrada hay una privación ilegal de la libertad. Esos anexos cuentan incluso con las llamadas “patrullas salvadoras”, vehículos tripulados por tres o cuatro personas que llegan hasta tu domicilio para sacar a golpes y amarrado al alcohólico. Basta con un telefonazo para que vayan por él. Eso sí, la familia debe firmar una carta responsiva para librar de toda responsabilidad a quienes manejan los anexos, en caso de que al interno le ocurra un percance grave.

“--Ya dentro del anexo es como si retrocedieras 200 años, a la época de la esclavitud. Es prácticamente una cárcel donde los amos y señores son los llamados padrinos, cuya función debería ser rehabilitar al enfermo; en realidad su objetivo es quedarse con las cuotas semanales que les piden a los familiares de los anexados, lo mismo que con las despensas que nunca les entregan a los internos. Manejar un anexo es un buen negocio. Los internos son tratados peor que esclavos; les lavan el auto a los padrinos, bolean sus zapatos y les cumplen todas las exigencias y caprichos, a los enfermos los someten a múltiples torturas físicas y psicológicas. Las golpizas y los ayunos forzosos son de lo más frecuente. También se acostumbra mantener amarrados a los internos como forma de castigo. Por eso son tan comunes las muertes en los anexos.”

Incluso podrían ser homicidios. “–Sí se dan casos de homicidio. Cuando ocurre alguna muerte, colocan el cadáver frente a los demás internos y se realiza una junta cuya finalidad es hacerles ver cómo pueden acabar todos los anexados. Son las llamadas juntas de cuerpo presente. Después, los responsables del anexo dan parte al Ministerio Público, muestran la carta responsiva firmada por los familiares del muerto y así se lavan las manos; no se responsabilizan de nada. En las granjas es común que aterroricen a los internos con la idea de la muerte mediante la siguiente práctica: los meten maniatados a un ataúd y ahí los mantienen durante dos o tres días. El objetivo es provocarles delirios para que aprecien el valor de la vida. Se le considera un buen método de rehabilitación.

“A las cinco de la mañana, el llamado ‘primero del anexo’, interno al que se le da poder, les grita a sus compañeros que están dormidos: ‘¡Órale hijos de la chingada. Párense a bañar!’ Y a esa hora todos deben bañarse con baldes de agua fría. Luego viene el desayuno, que puede ser una taza de té sin azúcar con algunos pedazos de pan, o bien la comida más común en esos lugares, que es el ‘caldo de oso’: agua con verduras descompuestas que se recogen de los desperdicios de los mercados. Esa es la dieta diaria. Ni soñar con huevos, leche o carne.

“Después, a cada interno le corresponde hacer algún ‘servicio’: barrer, trapear los pisos, dedicarse a la cocina, etcétera. Y en distintos horarios de la mañana o de la tarde, dependiendo de cada anexo, se realizan en una sala las reuniones de terapia grupal, que no tienen nada de terapéuticas porque se basan en el escarnio y la humillación.

“Por ejemplo, a quien se indisciplina, los padrinos lo visten de mujer y lo ponen frente a todos para que se burlen de él. Las mofas también van dirigidas a quien cuenta sus vivencias frente al grupo. Y constantemente los padrinos les dicen a los internos que sus familias no los quieren o que son una basura social. La intención es hacerlos ‘tocar fondo’, como se dice, para que recapaciten y logren la rehabilitación.

“En las noches, los internos duermen hacinados y en condiciones totalmente insalubres. En un pequeño cuarto pueden dormir 20 o 30 personas amontonadas y entre cucarachas. No hay médicos ni psicólogos que los atiendan. Las infecciones y la gangrena son frecuentes, y a veces ocurren suicidios.”

El investigador añade que ni siquiera hay control para seleccionar a quienes llegan a esos centros: “Ingresan menores de edad, adictos a cualquier tipo de droga y hasta prófugos de la justicia”.

Notas relacionadas