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La pacificación ante el cambio


Lic. Hassler Uriel Montoya Rodríguez

Recientemente en el país tuvimos elecciones en las que además de renovar la titularidad del poder ejecutivo también se dirimieron alcaldías, gubernaturas, diputaciones locales, federales y senadurías.

En las democracias, por definición, gana la decisión de la mayoría. Eso lo sabemos de sobremanera, pero ¿qué pasa con las minorías que tuvieron una elección diferente a la de la mayoría? La doctrina indica que la decisión tomada se debe de respetar “a rajatabla”, aunque no muchas veces es así y en estas líneas expondré lo que percibo desde mi punto de vista.

La polarización en la sociedad mexicana, desde siempre, ha existido, dado que la diversidad de ideologías la tenemos plasmada en los propios partidos y en el escenario político nacional, a diferencia del ámbito político estadounidense donde solo se tienen dos opciones representadas en el partido demócrata y en el partido republicano.

Esta universalidad de ideologías ha llevado a que, de una manera un tanto silenciosa, la gente que adopta o abraza alguna de estas ideologías tienda a sectorizar su círculo de amistades o familiares con base en colores o pensamientos. Prueba de ello es la popular frase que reza “no se habla de política, religión y futbol si no quieres salir peleado”.

Lo anterior no es más que el indicativo de una tergiversación o radicalización de pensamiento el cual no solo escala a diferencias puntuales a nivel personal, sino que llega a otros niveles que, de no tratarse con mesura, tienden a volverse un tanto peligrosos.

Retomando el punto anterior, empecé a notar que desde la elección del año 2006 esta polarización se dio entre dos sectores: los panistas que defendían la legitimidad de su entonces candidato, Felipe Calderón Hinojosa, y la izquierda, que acusaba de que se había cometido fraude a su representante, Andrés Manuel López Obrador.

Este fenómeno se agudizó con la toma del zócalo capitalino por parte de los simpatizantes de López Obrador, quien también impulsó un bloqueo en Paseo de la Reforma. El descontento se hizo presente en ciertos sectores de la población que acusaban a unos de “revoltosos”, mientras que la réplica era llamando a los otros como “usurpadores”.

Este fenómeno se volvió a vivir a las puertas de la elección federal de 2018 cuando nuevamente ambos bandos volvieron a encontrarse en la contienda electoral donde la polarización se volvió a vivir en el acontecer nacional donde estas “fracciones” se visibilizaron de manera más notoria antes, durante y, sobre todo, después de la elección donde el bando no favorecido por el resultado protagonizó ciertas conductas vistas como clasistas y negativas.

Este fenómeno permeó hasta nuestros días cuando la izquierda nuevamente triunfó primeramente en las preferencias electorales de la gente y esta se vio reflejada en las urnas dando un resultado favorable a sus intereses, pero lo que más llamó la atención fue el hecho que personas “rivales” a este movimiento comenzaron a emitir argumentos que dejaban ver un clasismo creciente llamando de manera peyorativa a los votantes y deseándole el mal al país por la elección.

Llama la atención que el argumento principal de estos dichos son los siguientes: “ojalá le vaya mal a México para que aprendan; ojalá el país se convierta en Venezuela o Cuba; ojalá que el comunismo acabe con lo que queda del país”, entre otros,

Es preocupante el hecho de que estos argumentos, regados como pólvora en redes sociales mayoritariamente, sean el sentir de los propios mexicanos que lejos de ver por el bienestar del país hablan desde la frustración de no ver consolidado un interés personal (o laboral) antes que el bienestar común.

Esto es realmente preocupante debido a que lejos de representar un interés partidista, a quienes se atreven a proliferar este tipo de cuestiones se les olvida que también son mexicanos y forman parte de la misma sociedad a la que le están deseando el mal.

¿Estas acusaciones tienen algo de cierto? Definitivamente no. Estas aseveraciones son proliferadas desde el enojo o la frustración y no tienen sustento legal, político o económico. Muchas veces los emisores no tienen el criterio académico o la experiencia y se dejan llevar por lo emocional o lo que dicen las mayorías para sumarse a una especie de “ópera” cuyo director es el odio al otro basado únicamente en un apoyo distinto al propio o simplemente externan cuestionamientos en redes sociales cuya fuente es dudosa o inexistente.

Dejemos de lado estas diferencias. Si queremos en vedad ser una sociedad democrática y respetuosa olvidemos estas peleas y discusiones que no nos van a llevar a ningún lado. No contribuyamos más al ya serio problema de polarización que la sociedad mexicana viene sufriendo en cada ejercicio electoral. Al final del día, quienes inician este tipo de peleas son ajenos a la realidad de nosotros los ciudadanos. Mientras el electorado se pelea el político gana. Ahí inicia una de las tantas directrices de la desigualdad.

Si tu preferencia resultó ganadora, felicidades. Cuando presidas un proyecto político, al nivel que sea, cumple todo lo que en campaña prometiste y no defraudes la confianza que el pueblo depositó en ti y correspóndeles con resultados. Esa será tu mejor carta de presentación.

Pero si tu preferencia electoral no ganó, no proliferes datos falsos cuyo sustento únicamente es la frustración, lo cual denota un claro desconocimiento de la materia y baja tolerancia a la frustración; aclara tu horizonte político, prepárate y regresa con más fuerza y mejores propuestas; que tu carta de presentación sea la de aportar propuestas bien sustentadas y soslayar la calumnia o la descalificación.

Aprendamos a ser una sociedad donde las diferencias no representan un punto de inflexión, sino un motivo de unión; seamos tolerantes con lo que la mayoría elige y, por sobre todas las cosas, evitemos polarizar al país. Daña más al tejido social estar divididos que estando unidos, así tendremos la fuerza suficiente para pedir cuentas a los ganadores y que demuestren la capacidad para gobernar de la que hicieron gala durante el tiempo de campaña.

Si te toca presidir hazlo de la mejor manera, si te toca ser oposición sé una verdadera oposición, un verdadero contrapeso que apoye lo que en verdad le beneficia al país y que evite todo lo que no le suma; seamos verdaderos demócratas y no solo de ocasión o cuando el resultado nos favorece.

Como miembros de la sociedad y del gobierno llevemos de la mejor manera y sobre todo de modo pacífico esta transición que incluso marcó historia en nuestra democracia; si nos decimos patriotas hagamos todo lo que beneficie al país y a la sociedad porque, al final de cuentas, también somos parte de ella y lo que le ayude o afecte al país también va a repercutir en nosotros de una u otra manera.

Concluyo con lo siguiente: el real valor de la persona no se conoce en la felicidad, sino en la adversidad; seamos ciudadanos de valor, aprendamos a respetar y desde nuestra trinchera aportemos lo que nos concierne para el desarrollo de nuestro país y de su sociedad.

Las opiniones vertidas en este texto son responsabilidad única y exclusiva del autor o de la autora.


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