Previo al inicio de la actual administración del presidente López Obrador, a través de su Proyecto de Nación 2018-2024 se presentaron los objetivos generales y específicos para la conducción y formación de una política exterior mexicana pro activa, sólida, con visión y liderazgo en temas y áreas estratégicas que posicionarían a México como país renovado y con las mejores condiciones y disposiciones para aportar significativamente al desarrollo de la agenda internacional con competencia específica en temas económicos, comerciales, migratorios, y tecnológicos.
Estos fueron objetivos ambiciosos y entusiastas; crearon expectativas internas y externas que después de casi cuatro años hoy es necesario hacer un balance sobre los aciertos y desaciertos.
Desde su inicio, la administración del presidente López Obrador se caracterizó por enfatizar y reforzar la tradición diplomática de México. Señaló a la no intervención, a la autodeterminación de los pueblos, a la solución pacífica de controversias y a la igualdad jurídica de los Estados, como los referentes fundamentales de la nueva política exterior de México.
Soslayó discretamente a los otros principios normativos de política exterior; apartó de la visión estratégica hacia el exterior a los temas, países y regiones eje para el desarrollo de los intereses nacionales a corto, mediano y largo plazo.
Esta encrucijada, la de establecer un nuevo criterio sobre la forma de conducir la política exterior con cada administración, es precisamente lo que lleva al constante debate sobre la irrestricta necesidad de fomentar una política exterior de Estado, y no de gobierno.
Aunque los principios normativos de política exterior se mantienen en rango constitucional desde 1988, desde la administración del presidente Miguel de la Madrid son los diferentes gobiernos los que le han impreso un sello particular a la conducción de la actividad en el exterior de México. Esta situación, consideró, crea inestabilidad y desdibuja el hilo conductor sobre el quehacer político de México en las diversas temáticas, países, regiones, actores y factores que complementan estratégicamente al sistema internacional.
Lo pertinente sería que en el pensamiento político colectivo de nuestro país se insertara a la política exterior como una ideología común, que a pesar de matices y acentos que le pudiera llegar a dar un gobierno, persista a largo plazo la idea de ir incluyendo a nuestro país en los espacios y temáticas internacionales importantes para propulsar el desarrollo nacional multisectorial, y, a la postre, posicionar a México como un país cada vez más competitivo, moderno, activo, y capaz de aportar y construir multilateralmente una comunidad internacional próspera y benéfica para todos.
Volviendo a la realidad que hoy nos atañe, a través de la administración del presidente López Obrador las relaciones exteriores mantienen un particular interés en el ensanchamiento de la cooperación y amistad con países latinoamericanos, enfáticamente con los centroamericanos, debido a los lazos sociales, geopolíticos, históricos, y culturales que se tienen.
En un segundo término figura la región norteamericana, que por razones obvias es imprescindible para las relaciones exteriores de México. Y finalmente, en un tercer término, quedan sesgadas las demás regiones importantes: Europa, Asia, Medio Oriente y Africa, incluso las esferas temáticas relevantes como la ciencia y tecnología, medio ambiente, cambio climático y economía.
Es cierto que hay aciertos en política exterior, como la evidente fortificación de las relaciones con países latinoamericanos y centroamericanos, a través de los programas sociales para contrarrestar las olas migratorias hacia el norte; el posicionamiento de México como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, permitiéndole voz y voto en las decisiones de seguridad y estrategia internacional; la coordinación con países latinoamericanos para el desarrollo de una agencia espacial regional; o el reconocido trabajo diplomático que condujo al Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC), que ayudó a revitalizar la inversión y el comercio en Norteamérica, así como al establecimiento de esquemas en materia laboral, medioambiental, energética, educativa, y otros más.
Por contraposición, los desaciertos han sido predominantes, marcados principalmente por la poca participación del Ejecutivo en los espacios importantes de encuentro de liderazgos internacionales y tomas de decisiones; también, la falta de una estrategia de acción de México ante eventos internacionales sensibles que impacten sustancialmente en la comunidad internacional y en la seguridad nacional de México apegada, por supuesto, al principio de no intervención.
Una omisión importante ha sido la poca intromisión en temas de desarrollo científico y tecnológico, apostar por las industrias de ingeniería, computación y tecnología avanzada en general, es la clave para considerarse partícipes en la próxima dinámica internacional.
Grosso modo, la política exterior de México en esta administración lopezobradorista, a casi 4 años de haber comenzado sus trabajos, continúa en un nebuloso rumbo hacia los temas, ejes, actores y factores estratégicos en donde México podría aprovechar y demostrar su enérgico potencial.
Ahora restan dos años de esta administración, sus visiones y acciones con mucha seguridad serán las mismas, por lo que es importante seguir de cerca, y con criterio, las hojas de ruta de los posibles candidatos a la presidencia de la República en 2024 en materia de política exterior.