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La política no es feminista


Aranza G. Alvite

A lo largo del tiempo hemos visto muchas luchas ser distorsionadas por personas o grupos que solo ven a favor de sus propios intereses y no de un bien colectivo, que en lugar de dignificar y apoyar las causas únicamente logran denigrarlas.

El feminismo no se ha salvado de este hecho, de estos grupos de poder que lo utilizan para sus propios fines, aunque bien, aquí se entra a una polémica porque, gracias a ello, también se ha podido seguir luchando.

Aunque hemos conseguido bastantes logros a favor de las mujeres en el ámbito político que repercuten en lo social, esos triunfos están basados en la cosificación de la mujer por parte de la estructura patriarcal de la política mexicana, que vuelven a la mujer un objeto de consumo político, mientras que los hombres se abanderan como "aliados de las mujeres" para así tener un mayor número de simpatizantes durante su periodo de gobierno.

Lo anterior es parte de su demagogia para no perder el poderlo. Hacen tantas falsas promesas durante las campañas electorales para ganar al electorado femenino porque es el sector que tiene el mayor número de votantes en el país.

Prometen ayudas, pero no hacen nada para mejorar las condiciones de la mujer. Es claro que eso no les conviene porque se alimentan de los grupos "débiles y necesitados".

Los políticos se dicen "aliados feministas", pero para respetar la participación de las mujeres en este ámbito se hace uso de leyes para regularlo a través de cuotas de género, de lo que se ve bien ante las cámaras, y no mediante una meritocracia donde verdaderamente exista una competencia justa para acceder a grandes puestos.

Está bien que tengamos leyes que nos ayuden a hacer valer nuestros derechos como PERSONAS, pero realmente sólo es para cubrir la necesidad de cumplir con la ley. Esto es una manera de discriminación. Se da un cargo o responsabilidades por ser mujer, no por ser competente o por ser quien mejor desempeña el trabajo. Es únicamente por ser mujer.

Ser mujer no debe ser un factor para que se nos deje de tratar como a cualquier persona que tiene derechos y obligaciones. Ser mujer no nos vuelve un objeto de consumo político para los discursos. Ser mujer no debería significar otra cosa que solamente ser mujer.

La práctica política actual no es un acto feminista.

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