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Legalización de sustancias nocivas en México: ¿solución o trampa?


El tema de la legalización de sustancias nocivas ha sido uno de gran peso en el debate público en numerosos países del mundo. Este tema, como muchos otros, es controversial, ya que representa un choque entre valores y filosofías de vida. Sin embargo, en el caso mexicano, este tema posee otra capa de complejidad, ya que el tema de narcotráfico es sumamente relevante en el país y la acción de legalizar o prohibir ciertas drogas afecta directamente este fenómeno.

Es de esperar que discutir el tema resulta en una fuerte polarización, ya que la carga actual que experimenta la población por el narcotráfico y las consecuencias hipotéticas a este fenómeno tienden a provocar que salgan las emociones. Sin embargo, para enfrentar este dilema en nuestro país valdría la pena revisar los argumentos que ofrecen ambas perspectivas y pensar en las posibles consecuencias de los hechos.  

La legalización de sustancias nocivas (mariguana, cocaína, LSD, heroína, etc.), en su centro, consta de un dilema entre las libertades individuales y las consecuencias colectivas. Un defensor del uso de estas sustancias podría argumentar que el consumo de drogas requiere una transacción de mercado premeditada, ya que solo las personas que deciden invertir en estas sustancias pueden acceder a ellas. 

Incluso si algunas o todas estas sustancias generan adicción (física o psicológica) o perjudicaran decisivamente la calidad de vida de sus consumidores, es el individuo quien decide lo que quiere. Así, prohibir la venta de estas sustancias resulta en una restricción a las libertades individuales de poder usar los recursos en lo que uno desea.  

Por su parte, un partidario de la prohibición de la venta de estas sustancias puede argumentar que legalizar las drogas resulta en un problema colectivo. Si muchas personas consumen estas sustancias que alteran el funcionamiento regular del organismo, toda la sociedad pagaría las consecuencias de su libre consumo: habría más accidentes de tráfico porque éstas distorsionan las percepciones sensoriales; se cometerían más crímenes porque las drogas reducen las inhibiciones, y los hospitales estarían más presionados tratando las sobredosis. 

Por eso, puesto que el consumo libre de las drogas resultaría en que las vidas de quienes ni siquiera las consumen sean peores (crean externalidades negativas), se debe prohibir su venta.

Ahora bien, los argumentos se han vuelto más matizados. Actualmente se propone la legalización de las drogas al decir que muchas de ellas no son tan nocivas para la salud: diferentes estudios han hallado que hay sustancias legales, como los antidepresivos y somníferos, que generan más dependencia que otras que son ilegales (la mariguana) y que, además, pueden ser más nocivas para la salud. 

Por otro lado, sus opositores pueden argumentar que las drogas que son catalogadas como ilegales tienen esa clasificación porque se ha hallado que su consumo es perjudicial en el largo plazo sin ofrecer beneficios: matan neuronas hipocampales (alteran el juicio y habilidades motrices) sin ofrecer más beneficio que “recreación”.  

Un tema central al debate son los efectos de la legalización para al narcotráfico. Una parte podría argumentar que la legalización de algunas sustancias, como la mariguana o LSD, podría ser benéfico para terminar con el narcotráfico. El argumento es que si la venta de estas sustancias se vuelve legal, las fuerzas de mercado podrían intervenir y quitarle a los narcotraficantes el monopolio de la venta de estos bienes. 

Así, más productores de estas sustancias entrarán al mercado, fijarán un precio para su consumo y convertirá a los narcotraficantes en un grupo más de productores compitiendo en la venta de un bien, terminando con la violencia. 

Por supuesto, los opositores argumentarán que la legalización de las sustancias nocivas no solo fracasaría en debilitar al narcotráfico, sino que podría intensificar su influencia. Puesto que varios estudios argumentan que las drogas funcionan como complementos, la legalización de algunas (i.e. mariguana) resultaría en que el nuevo flujo de consumidores quiera consumir sustancias más potentes (cocaína o heroína), fortaleciendo a quienes tienen el monopolio: los narcotraficantes. 

Éste es un debate continuo en donde no hay una solución clara a la vista. Sin embargo, podemos extraer algunas conclusiones. Valdría la pena cerciorarnos que el consumo de drogas ilegales está altamente correlacionado con accidentes y crímenes violentos, ya que, de ser así, cualquier sociedad que quisiera salvaguardar la seguridad de su población podría justificar prohibir su venta por esa razón. 

Más importante, pensar que el narcotráfico se esfumaría con solo legalizar algunas drogas parece una fantasía, pues sus miembros ya se han diversificado en otras “industrias” (trata de blancas, piratería, tráfico de migrantes) que permitirían su supervivencia.  

Las opiniones vertidas en este texto son responsabilidad única y exclusiva del autor o de la autora. 


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