Meysy Elizabeth Ortegón Dzul
CEO de la empresa Meyel Corporativo, Activista y Estudiante de la Lic. En administración y gestión pública.
Hoy somos testigos de un avance histórico en los derechos de las mujeres en Campeche. La despenalización del aborto no es solamente una cuestión legal, sino una cuestión de justicia, de dignidad y de respeto por la autonomía de cada mujer sobre su propio cuerpo.
Debo confesar que, en el pasado, yo también juzgué. Siempre he soñado con ser madre y las circunstancias de la vida aún no me han permitido concretarlo. Me preguntaba cómo era posible que otras mujeres, teniendo la oportunidad de gestar, decidieran interrumpir su embarazo. Lo veía con incredulidad, con un juicio severo y sin comprender que la maternidad no es solo un deseo o una imposición social, sino una elección. Una elección que debe ser libre y consciente.
Hoy, con más conciencia y una mirada distinta, entiendo algo fundamental: el aborto no es una obligación, es un derecho. Y un derecho no significa que todas las mujeres deban ejercerlo, sino que todas deben tener la posibilidad de decidir, sin miedo, sin culpa y sin castigo.
A quienes aún dicen: "Si no querían embarazarse, ¿para qué abrieron las piernas?" o "Que mejor se quiten la matriz", les digo con toda claridad: esas palabras no únicamente reflejan ignorancia, sino profundo desprecio a la vida y dignidad de las mujeres. Porque decidir sobre nuestro cuerpo no debería ser una condena, ni un estigma, ni una razón para ser señaladas.
Es fácil juzgar desde la comodidad de la propia realidad, pero ¿qué sabemos de la vida de cada mujer que enfrenta un embarazo no deseado? ¿Qué sabemos de su historia, de su dolor, de su miedo? ¿Qué sabemos de la violencia que pudo haber sufrido, de la falta de recursos, de las condiciones que hacen imposible una maternidad digna?
La verdadera lucha no es entre quienes deciden abortar y quienes eligen ser madres. La verdadera lucha es contra un sistema que nos ha negado el derecho a decidir sobre nuestra propia vida. Es contra una sociedad que nos quiere sumisas, calladas y obedientes a normas impuestas.
Hoy Campeche da un paso adelante y eso debe celebrarse. Pero la lucha no termina aquí. No basta con despenalizar el aborto si seguimos permitiendo que las mujeres sean juzgadas, humilladas o violentadas por ejercer su derecho a decidir. No basta con cambiar las leyes si no cambiamos la mentalidad de una sociedad que nos quiere silenciadas.
A todas las mujeres que hoy se sienten solas, a las que tienen miedo, a las que dudan, quiero decirles: no están solas. Su decisión es suya y de nadie más. Y a quienes aún se resisten a comprender, los invito a escuchar, a informarse y a ponerse en los zapatos de quienes enfrentan decisiones que nadie más puede tomar por ellas.
Hoy la historia cambia en Campeche. Y que nadie se equivoque: esta lucha es por la libertad, por la justicia y por la dignidad de todas nosotras. Que nuestro cuerpo, nuestra decisión y nuestra voz nunca más sean calladas.
¡Por el derecho a decidir, por una vida libre y por la autonomía de todas las mujeres, seguimos avanzando y no daremos un paso atrás!
Las opiniones vertidas en este texto son responsabilidad única y exclusiva de la autora.