En Aguascalientes nació mi abuela. En los años de 1950 en una ranchería llamada Santa Rosa vivía una niña de cinco años con cabello dorado y diminutos caireles. La imagino con un vestido rosa, y como alguna vez me lo contó, corriendo a través del campo junto con sus hermanas en búsqueda de los nidos que hacían los pájaros en las copas de los árboles.
Yo llegué hace unos días a un Aguascalientes distinto: llegué a la capital del estado hidrocálido donde se imponen los grandes puentes automovilísticos y dominan ya las plazas y los edificios. Aún ahí, no obstante, quedan en cada esquina las hermosas iglesias de diseños barrocos combinados con estilos neoclásicos, árabes y rusos. Es el caso del templo de San Antonio que continúa siendo símbolo y centro de congregación de familias completas cada domingo. A pesar de ser día de elección, este domingo 5 de junio no fue la excepción.
Fuimos a Aguascalientes en medio de un ambiente muy turbado. A través de grupos de whatsapp afines a la Cuarta Transformación corrían notas periodísticas sobre los escasos medios de comunicación que les dieron cobertura a los casos de violencia electoral.
Nos enteramos de diversas agresiones a compañeras y compañeros del movimiento: al menos dos casos de grupos jóvenes de brigadistas que habían sido agredidos de noche en sus domicilios por gente armada que los golpearon y les robaron sus pertenencias con la amenaza de que tenían 24 horas para dejar las calles.
En ambos casos los compañeros compartieron que, antes de entrar, estos grupos habían cortado la luz de toda la calle, lo que nos habla de un acuerdo con las autoridades para realizar dicha violencia.
Un par de días antes de la elección nos enteramos de otros casos de compañeros de la Asociación Civil “Que Siga la Democracia”, que fueron privados de la libertad por más de 24 horas y un caso más, el del diputado local Isacc Montoya, que fue secuestrado por policías durante varias horas.
Sí, Aguascalientes, que durante años había sido un bastión panista, comenzaba a ceder en esta campaña frente a la candidata a gobernadora de Morena, Nora Ruvalcaba, y debido también a los graves casos de corrupción de los que se acusa a la candidata del PRIAN, la diputada Federal con licencia Teresa Jimenez.
El día de la elección apenas habíamos cruzado la avenida Luis Donaldo Colosio, cuando a un compañero y a mí nos cerró la calle una patrulla; de ella se bajaron dos policías: un hombre y una mujer. Alegando que nos veíamos sospechosos, nos solicitaron una identificación. En ese momento yo pude avisarle a un compañero abogado que un par de policías nos estaban queriendo levantar. A pesar de que le dije al policía que sí me iba a identificar en el momento en el que llegara el abogado, él me trató con violencia, me torció el brazo en una llave y me colocó las esposas para después subirme a la patrulla junto con mi compañero.
Jamás se identificaron, jamás nos dijeron a dónde nos llevarían ni cuál era el delito que supuestamente habíamos cometido. Durante cerca de una hora nos estuvieron dando vueltas por la ciudad amenazándonos de que nos iban a sembrar droga para meternos por lo menos cinco años en la cárcel.
Todo el camino el hombre policía intentaba que yo le diera la razón de habernos esposado, no faltó la violencia misógina al decir que conmigo no podía hablar porque “nosotras como mujeres siempre mentimos”. Como yo no le daba la razón continuaron dándonos vueltas. Todo el tiempo estuve incomunicada porque me quitaron mi teléfono celular.
Así, sin razón alguna, como nos subieron, nos bajaron sobre la calle de Monte Apalaches esquina con Valle de Guadalupe. El policía me dijo: “Los voy a bajar pero se pelan, porque si no se pelan los voy a agarrar, les voy a meter cristal y me los llevo”. Me obligaron a sacar todas las cosas de mi bolsa y me preguntaron si consumía algún tipo de droga, a lo cual respondí que por supuesto que no. Llamaron refuerzos. Llegó después otra patrulla y por lo menos cuatro motocicletas más con policías. Se bajó un comandante cuyo nombre, según dijo después, es Dauri Martínez.
Tras bajarme de la patrulla me devolvieron mi teléfono celular y fue cuando pude enviar mi ubicación a una compañera del movimiento. En cuestión de minutos llegaron dos coches por nosotros, el ex candidato a Presidente Municipal por Morena llegó grabando un video en vivo, lo cual cambió absolutamente la actitud de los policías a mi alrededor que, en cuanto lo reconocieron, dieron un paso para atrás.
Apenas pude, guardé mis cosas y me marché, aún llorando por la frustración que siente quien tiene impotencia frente a los abusos de autoridad. Tantos casos que hemos leído sobre jóvenes levantados por la policía sin motivo alguno que son entregados al narcotráfico y de los cuales no se vuelve a saber. Pasaron por mi cabeza los nombres de tantos jóvenes.
Lo que sucedió este domingo en Aguascalientes fue una estrategia coordinada donde policías y demás autoridades que están contratados para responder por el bienestar y la tranquilidad de la gente, pero en vez de eso, violaron derechos humanos y actuaron violentamente en contra de nosotros para infundirnos miedo mientras permitieron la compra del voto, el acarreo y “el embarazo” de urnas en todo el estado por parte de la coalición contraria que impulsó a Teresa Jiménez.
Este tipo de acontecimientos nos recuerdan por qué peleamos contra las agresiones y la corrupción autoritaria. Somos oposición en Aguascalientes porque nos oponemos a estas mafias de la política. Porque, en realidad, lo único que demostró en estos comicios el PAN fue que le sobra el abuso de autoridad y el amedrentamiento desde los escasos cotos de poder que les quedan. Y casos como el que yo viví en Aguascalientes este domingo son el claro ejemplo de lo que la gente más repudia, nadie que se diga demócrata puede aceptar mínimamente lo que sucedió o no denunciarlo.
Frente a estas agresiones tenemos que seguir; no podemos dejar ni un minuto de hacer política del convencimiento, impulsar la revolución de las conciencias con argumentos y jamás con agresiones. No podemos soltar el quehacer público porque ellos, los que hoy tanto temen la voluntad de la gente, van a seguir violando nuestra tranquilidad, abusando de su poder y atentando contra la integridad de quienes se atrevan a pensar distinto. Y eso no lo podemos permitir nunca más.
No me voy con un mal sabor de boca de Aguascalientes, que es al final, un estado donde encuentro mis raíces, donde en cada esquina me imaginaba a mi abuela de cinco años caminando por las calles y haciendo el mandado. No me voy con un mal sabor de boca por la inmensa maravilla de la arquitectura de sus iglesias. No me voy con un mal sabor de boca porque conocí varias decenas de hidrocálidos que están con el cambio, porque están convencidos de que puede existir un Aguascalientes, donde Teresa Jiménez, Martín Orozco y el comandante Dauri Martínez no tengan la posibilidad de abusar del poder desde sus puestos. No me voy con un mal sabor de boca porque en Aguascalientes en estas elecciones creció brutalmente la Cuarta Transformación y porque, estoy convencida de que, como sucedió este domingo en otros cuatro estados de la República, en Aguascalientes, vamos a ganar.