/ Pluralidad


news

Por un trabajo digno; ayer, hoy y mañana; la lucha que no termina


Luis Andrés Cano Silva

Universidad Autónoma del Estado de Morelos

Licenciatura en Ciencias Políticas


Cuando la Constitución de 1917 nació entre el humo de la Revolución, el mundo miró con asombro cómo México se convertía en pionero al elevar los derechos laborales al rango constitucional. Mientras en Europa y Estados Unidos los obreros eran reprimidos por exigir condiciones básicas, nuestro Artículo 123 estableció un catálogo de garantías radicales para su época: jornada máxima, salario mínimo, descanso dominical, indemnización por despido injustificado y el derecho a organizarse. Fue un acto de audacia jurídica que inspiró a movimientos obreros en todo el planeta.

El ayer: La Revolución Laboral de 1917

La CPEUM no solo buscaba pacificar al país; quería justicia social. El Constituyente de Querétaro entendió que sin derechos laborales no habría democracia real. Por eso, el Artículo 123 fue tan revolucionario como el reparto agrario: ambos buscaban equilibrar las fuerzas entre el poderoso y el desprotegido. En un México donde los trabajadores eran explotados en haciendas y fábricas, la Constitución les dio herramientas para exigir dignidad.

El hoy: Las cuentas pendientes

Sin embargo, más de un siglo después ese espíritu innovador parece haberse estancado. México sigue con una jornada laboral de 48 horas semanales una de las más largas del mundo, incluso por encima de países con mayores niveles de productividad como Alemania (38-40 horas) o Dinamarca (37 horas). Peor aún: casi el 60% de los trabajadores laboran en la informalidad, sin acceso a esos derechos que tanto costó conquistar.

La propuesta de reducir la jornada a 40 horas no es un capricho: es una necesidad en un mundo donde el agotamiento crónico, el estrés laboral y la falta de tiempo para la familia están llevando a crisis de salud pública. Estudios demuestran que jornadas más cortas aumentan la productividad, reducen el ausentismo y mejoran la calidad de vida. Países como Islandia ya probaron con éxito la semana de 35-36 horas sin reducir salarios, comprobando que el mito de "a más horas, más rendimiento" es falso.

El mañana: ¿Recuperaremos el liderazgo?

México tiene una oportunidad histórica para reivindicar su tradición progresista. Reducir la jornada sería un paso natural en la evolución de los derechos laborales, como lo fue en su momento el seguro social o el reparto de utilidades. Pero el cambio debe ir más allá:

- Combate a la informalidad (¿de qué sirven las 40 horas si millones ni siquiera tienen contrato?)

- Salarios dignos (la canasta básica sigue lejos del mínimo)

- Respeto real a la libertad sindical (sin charrismo ni simulación)

La CPEUM fue diseñada para evolucionar. Si en 1917 se atrevieron a imaginar un México más justo, hoy no podemos conformarnos con nostalgia. El trabajo digno no es un privilegio, es un derecho. Y como en 1917, la batalla no se gana en el papel, sino en la calle, en las fábricas, en los tribunales y en la conciencia colectiva.   

Conclusión: La historia nos juzgará

Los constituyentes de 1917 no esperaron a que el mundo cambiara; lo cambiaron ellos. Hoy, frente a la explotación disfrazada de "flexibilidad laboral" y la precarización global, México debe decidir: ¿seguirá arrastrando un modelo obsoleto o retomará su papel como innovador en derechos humanos laborales?

Las 40 horas son solo el principio. El verdadero desafío es construir un futuro donde el trabajo no sea una condena, sino un medio para vivir con plenitud. Como dijo Luis Emilio Recabarren: "La emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos". La Constitución nos dio las herramientas. ¿Las usaremos?

Las opiniones vertidas en este texto son responsabilidad única y exclusiva del autor.  


Notas relacionadas