Ante un escenario político regional que desde hace unos años está tomando la misma forma de lo que sucedió a inicios de este siglo XXI, con la marea rosa, en la que se vio un considerable aumento de la ideología política izquierdista, se pueden identificar algunas oportunidades regionales que involucren a los tres Estados latinoamericanos más robustos en distintas esferas y con tendencia política izquierdista, como los catalizadores políticos e ideológicos de proyectos estratégicos para el desarrollo económico, político, social y cultural de la región latinoamericana.
De manera general, próximamente los tres Estados latinoamericanos más grandes en términos económicos mantendrán una sintonía política e ideológica similar. Comenzando en 2018 con la instauración del primer gobierno de izquierda en México, a través del presidente Andrés Manuel López Obrador; seguido en 2019 con el regreso del peronismo y kirchnerismo a Argentina, mediante Alberto Fernández; y finalmente en 2022, la vuelta de la izquierda brasileña se hizo patente con la elección presidencial de Luiz Inácio Lula da Silva, se consolida, grosso modo, un esquema político tripartita lo suficientemente fuerte y estable para entablar esfuerzos cooperativos en temas estratégicos para el desarrollo trilateral, pero también multilateral para con la región latinoamericana.
Con un enfoque político-ideológico similar entre los tres Estados, encabezados ahora con López Obrador, Fernández, y da Silva, pero particularmente entre los gobiernos de México y Brasil, se da pie a que los históricos desencuentros políticos y diplomáticos brasileño-mexicanos puedan irse soslayando para convertirse en relaciones cercanas, competentes y estratégicas.
De la mano con Argentina, un tercer actor importante en el tablero regional, se proyecta propiciar y revitalizar el viejo proyecto de una integración latinoamericana que abogue por la cooperación en temas diversos, como en los económicos, políticos, sociales, y culturales, que catapulten a la región como un espacio de unidad, acción y respuesta frente a las adversidades internas y externas.
Por los alcances económicos, políticos, sociales, culturales, comerciales y geográficos de Brasil, México y Argentina, la formulación de una ruta común tripartita que priorice el desarrollo multidimensional y holístico de América Latina, se vuelve una tarea que, de manera trilateral, podría ser más fácil conseguir. Además, la capacidad de incidencia en los demás gobiernos latinoamericanos, mayoritariamente de izquierda, para la formación de agendas comunes se torna conveniente.
Este indefinido eje BMA, desde hace años se pretende perfilar como el bloque líder en la conducción de las relaciones cooperativas de la región, debido principalmente a su peso económico. Estos tres Estados, o cada uno por separado, están presentes en iniciativas regionales con miras a la integración regional, como la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la Alianza del Pacífico, o el Mercado Común del Sur (MERCOSUR).
Empero, por la búsqueda de la preeminencia política y de otros desatinos diplomáticos, estos Estados “pilares” han dispersado su posición en alguna de estas iniciativas de integración y se ha tornado ambigua e indefinida una postura.
Considerando las aportaciones que han ofrecido los enfoques teóricos de las Relaciones Internacionales, el realismo político traduce la realidad del estatus de la estructuración de la ambiciosa propuesta regional de la integración latinoamericana. En primer lugar, y como se mencionó anteriormente, los desencuentros entre México y Brasil en la definición del liderazgo político regional han sido patentes; limar las rispideces competitivas para convertirlas en convergencias multilaterales es fundamental, y con la ideal relación de la política obradorista y lulista a desarrollarse próximamente, es pertinente aprovecharla.
En segundo lugar, los nacionalismos internos de las sociedades latinoamericanas ralentizan y son elementos de retroceso en las negociaciones. Y finalmente, un elemento que también entorpece la consolidación de un proyecto integracionista latinoamericano es el titubeo político sobre un interés regional homogéneo, capaz de sobreponer un parámetro homogéneo para las cuestiones comerciales, sociales, culturales, y demás, en la región.
En descarga de todo lo anterior, la vuelta de la izquierda en Latinoamérica en los últimos años ofrece una oportunidad política e ideológica para introducir una agenda común que se proyecte hacia una integración regional capaz de brindar sostenibilidad económica a la región, cooperación regional en temas clave como seguridad, pobreza, educación, alimentación y corrupción, así como de brindarle unidad interior y ante la sociedad internacional.
Los catalizadores de este proyecto, encabezados por las tres principales potencias económicas de América Latina, y con gobiernos de izquierda del eje Brasil-México-Argentina tienen la oportunidad de limar los temas espinosos del pasado, moldear relaciones trilaterales sólidas en el presente, en un primer momento, y después, abanderar una verdadera coalición tripartita que abogue por una verdadera integración latinoamericana, apoyado de los ya existentes mecanismos y modelos integradores.
La voluntad política de los gobiernos de izquierda será la clave para la definición o indefinición de una ruta de acción loable para la construcción de una eventual integración latinoamericana.