Imaginemos la historia de dos hermanos que viven en lugares muy diferentes. El primero vive en una tierra fértil, con climas espectaculares para cualquier tipo de actividad, todo tipo de flora y fauna, abundante en recursos naturales.
El segundo hermano vive en un lugar de climas extremos, a veces hace demasiado frío, inclusive en ciertas temporadas solo sale la luz del día por unas cuantas horas y, encima de todo, es una zona que carece de cualquier tipo de recurso natural, ni siquiera para cumplir necesidades básicas como agua y alimentos.
Si les preguntara cuál de estos dos lugares tendrá mayor desarrollo a futuro, seguramente que más de uno de ustedes me respondería, racionalmente, que sin duda alguna el lugar donde vive el primer hermano.
Pues lamento decirles que esta respuesta no podría estar más lejos de la realidad porque, por ejemplo, países como Singapur o Estonia tienen mayor crecimiento.
En más de una ocasión hemos escuchado comentarios de que México debería ser líder y potencia mundial porque lo tiene todo, incluyendo abundantes “recursos naturales”. ¿Será esto mala suerte o una especie de maldición? Países Bajos y el llamado “mal holandés” nos podrían ayudar a entender esto.
A finales de la década de los años 60, en Slochteren, Países Bajos, se encontró una enorme fuente de gas natural, oportunidad que no dudarían en aprovechar, volviéndose toda una potencia exportadora y, aunque todo marchaba bien, dicho mal estaba cerca, ya que se empezaron a perder empleos y el sector manufacturero comenzó a caer.
¿Cómo podríamos describir el “mal holandés”? Desde un punto de vista económico, tiene que ver con el aumento excesivo en la entrada de divisas de un país, generando una apreciación real de la moneda nacional como lo era el “florín neerlandés”, disminuye la competitividad del sector exportador y la industria manufacturera, ya que los bienes nacionales se encarecen en el extranjero y la industria se ve dañada, hasta el punto de amenazar con asfixiar al resto de la actividad económica.
Pero quedarnos solamente con el punto de vista de la economía, sería quedarnos cortos para entender el problema de los recursos naturales; hay que observar otras aristas. En el sector de los bienes naturales como lo son minerales, petróleo, gas o metales, normalmente ante el auge de uno de ellos conduce a los gobiernos a nacionalizar esta industria, poner impuestos muy altos y generar burocracia.
Después, con ese dinero, se empieza a gastar mucho, ya que el aumento de los ingresos nacionales da lugar también al incremento del gasto público en ayudas sociales, gastos militares, infraestructura pública, y si esto se hace centrando toda su economía en un solo recurso, no fomentando otras industrias, ni atracción de inversión, puede ser catastrófico por la volatilidad en la caída de los precios o cuando éste se termine, aunado a la presencia de instituciones débiles, ineficaces, corruptas, grupos de amigos por todas partes, lo que origina una carga para la economía y ocasiona bajas tasas de crecimiento y mínimo progreso social.
Entonces, ¿eso significa que no hay esperanza para países como el nuestro con tantos recursos? Si damos un giro de 360 grados podemos ver casos como el de Noruega, que tiene los primeros lugares en la mayoría de los indicadores de economía, bienestar y de los países más fáciles de hacer negocios.
En contra de toda intuición, este país no la ha tenido nada fácil; en la primera mitad del siglo XX era una de las naciones más pobres de Europa. Pero un descubrimiento de yacimientos de petróleo en sus territorios del Mar del Norte comenzaría a escribir otra historia de éxito, haciéndolo un país de los más ricos por Producto Interno Bruto per cápita.
Vaya que a diferencia de muchas otras naciones entendió lo que tenía que hacer, prueba es que, si hoy visitamos Oslo, sin duda, no estará inundada de extravagancias ni cuestiones de ego patrocinadas por el gobierno. Por el contrario, se supo posicionar como un país abierto a los negocios. Con varias reformas diversificó su economía, manejó empresas públicas con criterios de mercado e invirtió todo el dinero procedente del petróleo en impulsar actividades productivas, educación y el ahorro.
Generó un fondo soberano que hoy sería el más grande del mundo para, con la riqueza obtenida, comprar activos por todo el mundo, al estar conscientes que la “gallina de los huevos de oro” o el petróleo más tarde llegará a su fin. El objetivo principal es buscar sustituir los ingresos que le ha venido generando este recurso y cada vez depender menos para estar respaldados de otra manera.
Lo anterior demuestra que no existen salaciones, maldiciones, ni que la suerte está dada, y si bien hay gente que explica el “mal holandés” o la “maldición de los recursos naturales”, esto no solamente depende de un punto de vista económico; también conlleva el ámbito político y jurídico, ya que con una política de “gastar pero no derrochar”, diversificación de sectores con más emprendimiento e innovación, un Estado de Derecho sólido y democracias consolidadas generará un control, lo que da como resultado países desarrollados.
Pensar que tener abundantes recursos siempre conduce a la ruina es solamente un mero mito que el día de hoy ha quedado atrás.
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