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Seres biotecnológicos, realidad que supera la ficción


Luis Andrés Cano Silva 
Universidad Autónoma del Estado de Morelos 

En las últimas décadas, la ciencia ha avanzado a un ritmo que desafía incluso las predicciones más audaces de la ciencia ficción. Los llamados ”seres biotecnológicos”—organismos modificados o creados mediante ingeniería genética, inteligencia artificial y bioimpresión— ya no son un tema exclusivo de novelas distópicas, sino realidad tangible que plantea profundas preguntas éticas, sociales y filosóficas.  

De los cómics a los laboratorios

Durante años, personajes como los cyborgs de Terminator o los replicantes de Blade Runner* nos cautivaron con su mezcla de humanidad y tecnología. Hoy, sin embargo, la frontera entre lo natural y lo artificial se desdibuja: desde bacterias diseñadas para limpiar derrames de petróleo hasta ratas con cerebros parcialmente formados por células humanas; la biotecnología está redefiniendo la vida misma.  

En 2010, el científico Craig Venter logró crear la primera célula sintética, un organismo con ADN fabricado en laboratorio. Más recientemente, los organoides cerebrales —minicerebros cultivados in vitro— han planteado debates sobre si podrían desarrollar alguna forma de conciencia. Mientras tanto, empresas como Neuralink trabajan en interfaces cerebro-máquina que podrían fusionar la mente humana con la inteligencia artificial.  

El dilema ético: ¿Hasta dónde debemos llegar?

La posibilidad de diseñar seres vivos a la medida —ya sea para combatir enfermedades, mejorar capacidades físicas o incluso resucitar especies extintas— conlleva una responsabilidad enorme. Por un lado, estas tecnologías prometen revolucionar la medicina, la agricultura y la industria. Por otro, surgen preguntas incómodas:  

- ¿Es ético modificar genéticamente embriones humanos para eliminar enfermedades?  
- ¿Podrían los bioandroides (seres orgánicos artificiales) adquirir derechos legales?  
- ¿Qué pasa si la inteligencia artificial biológica desarrolla autonomía?  

Algunos temen que, sin regulación, estas innovaciones deriven en nuevas formas de desigualdad, donde solo una élite tenga acceso a mejoras genéticas o extensiones de vida. Otros advierten sobre riesgos existenciales, como la creación involuntaria de patógenos mortales.  

El futuro ya está aquí

A diferencia de la ciencia ficción, no tenemos guionistas que resuelvan los conflictos con un final dramático. La realidad avanza sin pausa y, mientras algunos celebran el potencial de estas tecnologías, otros piden precaución. Una cosa es clara: la humanidad está jugando a ser Dios, y aún no sabemos si estamos preparados para las consecuencias.  
Quizá, como en los mejores relatos de Philip K. Dick, pronto debamos preguntarnos no solamente qué podemos hacer, sino qué deberíamos hacer. Porque en este nuevo mundo, la línea entre lo natural y lo artificial, entre lo humano y lo posthumano, podría desaparecer para siempre.  


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