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Terrorismo en México


José Luis Rojas Romo / estudiante de la Licenciatura en Derecho de la Benemérita Universidad Autónoma de Aguascalientes.

Erróneamente, se tiene el estereotipo de un terrorista como alguien procedente de Oriente Medio, con creencias religiosas extremistas y muy lejano a lo que alguno de los mexicanos pudiéramos vivir, sin embargo, desafortunadamente pasamos una transición de delincuencia organizada a guerra de guerrillas y posterior terrorismo con lo que nosotros conocemos como “narco”; claro ejemplo de esto son los acontecimientos de hace unos días en el estado de Sinaloa.

Antes de emitir un criterio al respecto, es necesario identificar qué significa lo mencionado en el párrafo anterior; la delincuencia organizada es una estructura de personas, en su mayoría con grados de jerarquía o tareas específicas que tienen como actividad cotidiana la realización de hechos ilícitos, principalmente con fines económicos, en cambio, la guerra de guerrillas es una estrategia que utilizan grupos paramilitares o de civiles armados para tomar el control de ciertas zonas geográficas por medio de sabotajes, emboscadas contra autoridades del estado y, en su mayoría, busca asentarse en poblaciones por medio de regalos, una promesa falsa de protección o cambio social a sus habitantes, como lo fue en sus inicios ISIS (por sus siglas en inglés Islamic State in Irak and Syria). Aprovecharon el descontento social con el gobierno para tomar el control de provincias siendo apoyados por la población civil, sobra contar lo demás, pues está por cumplirse el décimo segundo aniversario de una guerra que parece no tener fin.

El terrorismo, en cambio, es el uso de la fuerza y violencia en contra de las personas y propiedades con el fin de coaccionar a un gobierno o intimidar a una población con fines políticos o sociales.

Es conocido que se ha sabido de la participación del “narco” en campañas políticas, actos de intimidación en contra de los electores en días de votación o atentados en contra de candidatos a cargos de elección popular. En 2021 México vivió sus elecciones más violentas y hace unos días un grupo de sicarios irrumpieron con la paz del estado de Sinaloa infundiendo miedo a su población con la esperanza de presionar al gobierno mexicano para liberar a un líder criminal. Por fortuna, aunque se vivieron momentos de terror, la reacción de nuestras fuerzas armadas fue ejemplar y lograron restablecer la paz en la zona.

Hace mucho se glorificaba el actuar de esos capos o “señores de la droga”, hoy no, aquel día se vio a un pueblo entero aplaudir y gritar “sí se pudo” a elementos del Ejército mexicano que durante horas se enfrentaron a delincuentes para liberar poblados inmersos en la incertidumbre de tener un grupo terrorista asentado en el mismo lugar donde sus hijos van a la escuela.

Ante un país cansado de abusos, de políticos corruptos y la impunidad de seres humanos que roban la paz y salud de personas inocentes se vislumbra un pequeño rayo de luz: el de la justicia; parece ser que nos dimos cuenta de que son terroristas y se están combatiendo como tal.
La finalidad de esta columna, además de informar, es invitar al lector a creer, no sólo en nuestras fuerzas armadas que día con día arriesgan su vida con el sueño de un país seguro, también en que se puede ser ciudadano honesto, desarrollar una cultura de hermandad y cuidando de los nuestros. Todos somos mexicanos y nos abraza la misma patria.

Es cómodo el anonimato, brinda un sentimiento falso de paz, pero la valentía es la voz del alma y ningún ser humano debería perderla jamás, eso hace fuertes a las naciones y a su gente.

Las opiniones vertidas en este texto son responsabilidad única y exclusiva del autor o autora.


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