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Un cambio de paradigma en la industria del entretenimiento digital


Santiago Díaz-Dopazo

La industria de los videojuegos se erige como una de las más influyentes a nivel mundial, experimentando un crecimiento exponencial que ha implicado cifras astronómicas. La incipiente pero segura relación entre este medio y Hollywood, junto con la irrupción de los juegos como servicios, donde los usuarios invierten periódicamente dinero real para obtener ventajas y artículos exclusivos consolidan su posición en la cultura contemporánea.

Según datos de la firma Newzoo, el mercado global de videojuegos para el año 2023 proyectó una generación de ingresos de 184,000 millones de dólares, representando un aumento del 0.6% con respecto a 2022. Se espera que la industria alcance los 205,700 millones de dólares en 2026, con un incremento anual del 1.3%, superando a otras formas de entretenimiento como el cine.

Desde principios del siglo XXI, los principales actores de esta industria han sido Nintendo, Xbox de Microsoft y PlayStation de Sony, relegando a otros actores que vivieron su época dorada en las décadas de los ochenta y noventa, como Konami o Sega. Cada una de estas empresas ha seguido una estrategia única: Nintendo se ha centrado en ofrecer nostalgia, formas creativas de innovar y un enfoque más familiar; PlayStation se ha destacado por sus exclusivas como God of War, The Last of Us y Final Fantasy, además de buscar constantemente la vanguardia tecnológica y de hardware; Xbox ha ofrecido la máxima experiencia de juego a través de consolas potentes, destacando títulos como Halo o Gears of War.

Sin embargo, Xbox se encuentra en un momento de incertidumbre, con una marca que no es tan reconocible y podría incluso desaparecer. Desde mediados de la era Xbox One (la generación pasada, la empresa tomó una decisión crucial: apartarse de la venta de juegos y competencia directa con PlayStation, para enfocarse en evolucionar hacia un ecosistema donde los consumidores pudieran elegir dónde jugar, ya sea en la consola, la computadora o incluso en el celular. De ahí surge Game Pass, un servicio de suscripción que brinda acceso a cientos de títulos producidos por Xbox y terceros.

Aunque esta estrategia podría no ser la ideal y tal vez sea la última baza de la marca, Xbox se enfrenta a una situación aún más complicada. A pesar de contar con una consola actualizada y un sólido servicio de suscripción que se renueva mensualmente con nuevos juegos, parece que Xbox quiere dejar atrás sus raíces y evolucionar hacia ser más un publisher de juegos de calidad, aprovechando los numerosos estudios que ha adquirido en los últimos años, con el objetivo de llegar a más audiencias y obtener mayores ganancias; además de llevar su Game Pass a otras instancias, haciendo crecer este “ecosistema” más allá de sus propias fronteras.

No obstante, surge un problema: los consumidores de Xbox se sienten desconcertados. No comprenden la transición, consideran que carece de sentido poseer una Xbox si no hay exclusivas. Esta estrategia de negocios, gestada durante años, alimentada por crisis de reputación y rumores en redes sociales, ha sido contradictoria entre lo dicho y lo hecho. Una comunicación y narrativa concisa y bien planificada serán clave para convencer a los consumidores de esta nueva historia.

El futuro de Xbox está por verse, pero lo cierto es que ya no será lo mismo, y la forma en que se comunique con sus diversas audiencias será determinante para saber si logrará convencerlos de esta nueva dirección o no.

Las opiniones vertidas en este texto son responsabilidad única y exclusiva del autor o de la autora.


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