Renata Monter
Licenciada en derecho
Más que un general, Felipe Ángeles fue hombre de convicciones, humanista con principios firmes y visión que trascendió su tiempo. Su carácter reflejaba disciplina, pero también humanidad. No solo sirvió a México con estrategia y valentía, sino que llevó consigo una idea clara: el Ejército debe ser garante de derechos, no solo fuerza de combate.
Era hombre del pueblo, con sangre nahua. Creía que el estudio y las instituciones democráticamente electas podían cambiar el destino de una persona. Hombre intelectual y disruptivo, tenía un temperamento nervioso que domaba con disciplina y reforzaba lo humano y natural que era, así ya lo narra César G. Ángeles, al compartir de forma anecdótica que su temple quedó de manifiesto en una conversación entre Ángeles y el entonces Mayor Federico Cervantes: “Durante un recorrido de reconocimiento por la sierra de Morelos, Ángeles iba acompañado de una pequeña escolta y, de pronto, se escucharon cañonazos. Quienes le acompañaban, asombrados por su serenidad, le dijeron que era un valiente, pues había continuado en calma a pesar que los disparos pasaron por arriba de sus cabezas. Sin embargo, Ángeles, con su característica tranquilidad, respondió: “Ustedes son los valientes, porque no sabían que eran tiros de ajuste”.
Su legado sigue vivo. En los cuarteles militares de México aún resuenan sus palabras: "La política no es un fin, la Revolución no es un fin: son medios para hacer hombres a los hombres, hay algo frágil, débil pero infinitamente precioso que todos debemos defender: la vida”. Para él, la guerra era un último recurso y la política debía estar al servicio de la gente, donde el diálogo y los acuerdos tomaran el protagonismo en cualquier escenario. Esta visión lo distinguió de muchos de sus contemporáneos militares, pues no solo veía en la lucha armada un medio para el cambio, sino que también defendía que, una vez alcanzada la paz, los ejércitos debían volver a sus cuarteles. Para Ángeles, la estabilidad debía construirse desde las instituciones y la participación ciudadana.
Su legado también descansa en el proyecto Fundación General Felipe Ángeles que mantiene viva su memoria, promoviendo valores como la responsabilidad, el patriotismo y la disciplina entre las infancias y juventudes. Han hecho suya la responsabilidad de gestionar espacios para desarrollar actividades con fines culturales e intelectuales de forma pública y gratuita, siguiendo las enseñanzas de su ancestro el general Felipe Ángeles, quien es el claro ejemplo de que la educación es un camino más al éxito y ponerlo al servicio de todos es el verdadero factor de cambio.
El Museo Itinerante General Felipe Ángeles es un exitoso programa más de los proyectos de la fundación, junto con las actividades diseñadas para los más pequeños, como "Escríbele una carta al General”, “Dibuja a Felipe Ángeles”, hasta enseñanzas de academia y postgrado, conferencias y eventos culturales para todo aquel que desea informarse sobre la historia de este héroe popular que sigue inspirando a nuevas generaciones. Su presidente, Cesar G. Ángeles y su Presidenta, Emérita Alicia Ángeles, creen fielmente que la figura del General es símbolo de unión, honor y compromiso para una nación fuerte, soberana e inclusiva, tal y como lo enseñaría el General.
Además, hacen un llamado a investigar cada quien su propia historia familiar, nuestra historia y sus referentes porque creen fervientemente que en cada persona hay un héroe o una heroína esperando despertar dispuestos a abrazar su identidad, su cultura y su nación.
Felipe Ángeles sabía que la mayor amenaza para México no era solo la guerra interna, sino la intervención extranjera. Durante su exilio en Nueva York se dedicó a unir a revolucionarios de distintas facciones, (excepto a quienes apoyaron el “Cuartelazo de 1913”) convencido de que, sin paz interna, el país sería presa de otras potencias. “Un ejército poderoso y en reposo es siempre un peligro inminente”, decía, porque para él la política debía resolver los conflictos antes de que se derramara sangre.
Más allá del estratega militar, Felipe Ángeles era hombre espiritual. No seguía una religión, pero tenía profunda conexión con algo superior. En la Batalla de Zacatecas sabía que podía tomar las almas de sus hermanos equivocados, entregar las de sus soldados o la suya misma en combate, y que había que llegar a ese momento con toda la dignidad posible, por eso acostumbraba antes de cada batalla tomar un baño de agua fría mientras meditaba la batalla y preparaba su espíritu para lo que pudiera ser su último día.
Murió sin riquezas, sin embargo, tenía una moneda de oro en el bolsillo que entregó a los miembros del pelotón de fusilamiento. También llevaba consigo una cruz y una medalla de la Virgen de Guadalupe prendidas con un alfiler dentro de su camisa. Y en un acto de valentía final, él mismo dio la orden de “¡FUEGO!”.
Así murió un general y nació una leyenda.