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Democratización, cultura cívica y ciudadanía; la perspectiva teórica de su funcionamiento


Héctor Antonio Sánchez Olmedo / Servidor público en el INE y maestro en ciencias políticas.

Este artículo tiene por objetivo desarrollar tres categorías analíticas indispensables en el estudio de las ciencias políticas, que, aunque parezcan comunes, en muchas ocasiones se deja de lado su operación en el aspecto teórico.

La democracia es una forma en la cual se le confiere al pueblo la capacidad de decidir en los asuntos públicos; puede ser de tipo representativa o directa. Igualmente se caracteriza por ser una forma de gestionar las problemáticas que se presentan resolviéndolas de manera pacífica a través de instituciones y consensos.

Ahora bien, la democratización se presenta como un proceso de transición política caracterizado por el grado de prontitud para generar una serie de derechos civiles vinculados a exigencias y condiciones preexistentes.

Los contextos donde se propician los procesos de democratización también se relacionan con la existencia de gobiernos generalmente autoritarios, sin que esto implique forzosamente que sean de corte militar, ya que pueden ser ejercidos por civiles. Su elemento principal es la elevada concentración del poder en manos de un líder, quien ejerce, de facto, los poderes del Estado.

La democratización como proceso no necesariamente se determina como un cambio violento o que requiera de un conflicto armado, pero sí representa un punto de inflexión para el régimen político imperante, ya que, por su propia naturaleza, tiende a alterar el orden previamente consensado, sustituyéndolo por orientaciones democráticas.

Cabe destacar que uno de los componentes esenciales en este proceso es el apoyo y la participación de los ciudadanos, que legitiman los cambios e impulsan nuevas agendas en la búsqueda de la ampliación de derechos.

El papel de la cultura cívica en el proceso de democratización es de vital importancia. Se presenta como un elemento detonante en la conciencia del ciudadano a partir de factores que pueden ser externos: procesos democratizadores en otros países e influencias ideológica, o internos: restricción a derechos políticos como la libertad de asociación, de prensa, de opinión, entre otros, que sumados crean un ambiente de opresión, lo que genera exigencias políticas impostergables expresadas en una presión social generalizada.
El desarrollo de la cultura cívica impacta en la construcción de ciudadanía que gradualmente se vuelve conocedora de sus derechos y exige un conjunto de demandas, transitando de una visión minimalista a una maximalista. Si bien esta participación no siempre es generalizada, hay sectores mayormente vinculados a estas agendas que encabezan y lideran estos procesos.

La construcción de ciudadanía es fundamental para el mantenimiento de la democracia. La cesión de derechos y la adjudicación de responsabilidades no se traducen en una participación completa; esta debe ser expresada en los núcleos comunitarios pequeños que abonen a la resolución de asuntos públicos desde los planos más inmediatos del ciudadano, obteniendo así un efecto multiplicador.

En conclusión, existe sinergia entre estas tres categorías, por un lado, la cultura cívica permite construir ciudadanía consciente que, a través de la presión social, crea una serie de exigencias y agendas en la búsqueda de la ampliación de derechos, lo que origina las condiciones para un proceso democratizador que por sus características tiende a ser enérgico en su naturaleza, dando como resultado el tránsito a la democracia.

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