Sin duda alguna, el domingo 5 de junio vivimos una jornada electoral no tan fructífera como muchos hubiéramos querido, no lo digo tanto por el resultado bueno o malo para los partidos políticos o los candidatos, sino por la participación ciudadana.
Junio es el mes del orgullo arcoíris. Las banderas, las conciencias, los sentimientos, los pensamientos se pintan de todas las tonalidades. Reivindica la valentía de la ardua lucha por los cuerpos, por las vidas, por la diversidad sexual, por los derechos de la comunidad LGBTIQ+. Es un llamado a pronunciarnos contra el odio, la discriminación, la violencia y la exclusión.
En días pasados me di a la tarea de investigar un poco más sobre el “Marco Curricular y Plan de Estudios 2022 de la Educación Básica Mexicana”, documento de 159 cuartillas emitidas por la Secretaría de Educación Pública Federal, en donde el Gobierno de México intentará “transformar” la educación básica.
Creo no ser el único en preguntarme si no es ya el tiempo de pasar de las palabras a la acción. Espero equivocarme, pero parecería que nos encontramos desde el 2018 en proceso de elecciones presidenciales e inicios de un periodo económico de buenas intenciones, pero de nulas acciones concretas.