Fumar en los años 70 fue para las jóvenes un símbolo de rebeldía, de liberación de las imposiciones de una sociedad machista, conservadora y represiva, pero hacerlo en las universidades era, además, un signo de intelectualidad. El cigarrillo las igualaba con el sexo masculino, el género ya no importaba porque se medían en el plano del conocimiento, del pensamiento revolucionario.
Recientemente, el presidente López Obrador mandó una iniciativa para reformar al Instituto Nacional Electoral. Como era de esperarse, han surgido voces en torno a la pertinencia o no de modificar el entramado legal electoral. Muchos, basados en sus filias y en sus fobias, y unos pocos, tratando de argumentar y evaluar con base en datos y teorías. Sin embargo, hay algo que sigue flotando en el ambiente. México necesita urgentemente una reforma, pero no de sus instituciones, sino de sus ciudadanos.
En una elección todas las alternativas políticas se declaran ganadoras. Los que obtienen más espacios celebran la victoria y quienes perdieron, festejan que le quitaron votos a su rival. Desde la óptica comunicacional, siempre se le dice al votante que tomó la decisión correcta.
La entrada en operación de las redes de quinta generación (5G) en la región de América y en el país genera una serie de expectativas sobre sus alcances e impacto en los sectores productivos y en la vida cotidiana.