Los avances tecnológicos y la diversidad de información y contenidos que nos presenta la internet y las plataformas de redes sociales han modificado los los hábitos de consumo de los electores en la última década. Nadie discute que en el pasado los periódicos, la televisión y la radio eran los medios de comunicación por excelencia a través de los cuales nos entreteníamos o informábamos sobre lo que ocurría en nuestro entorno, sin embargo, con la llegada del internet y la disrupción de las redes socio digitales, hoy somos una sociedad que recibe miles de estímulos durante el día y el tiempo que dedicábamos a los medios tradicionales se ha diversificado.
La historia nos muestra que los estereotipos y roles asignados por razón de género, durante años limitaron a las mujeres para abordar únicamente los denominados “temas de mujeres”. Previo a la llegada de los movimientos feministas, en México estaba normalizado que las mujeres se comunicaran desde su rol en las tareas feminizadas como la crianza, los cuidados, el quehacer y los estándares de belleza.
El combate a la corrupción o por lo menos el discurso del combate a la corrupción han sido dos de las estrategias de campaña política más fuertes en los últimos años. Cada 3 y 6 años vemos candidatas y candidatos prometiendo cárcel a los que están en turno para ganar simpatía y hemos caído en un juego de quien puede más años de cárcel y las propuestas de que harán como gobernantes pasa a segundo plano.
Hacer democracia es, ante todo, creer en la democracia. Creer en ella significa confiar en sus instituciones, valorar los esfuerzos internos y colectivos, la representación y los designios, así como saber que el voto es una aportación invaluable que nos compete y nos convoca diariamente a todos. Sin este principio fundamental, es probable que todo se nos venga abajo.