En el olimpo de la pintura sólo hay una diosa: Frida Kalho. Su reino no es efímero. El mercado del arte y el público son fugitivos, olvidan, están a la caza de lo nuevo; sin embargo, mantienen la devoción a Frida. Esculpen, cincelan, moldean la fridomanía, perpetuando el mito que embruja. Ella reina en un cielo tan duramente ganado.
El icónico primer largometraje (1937) de Walt Disney fue adaptado a una película live-action, generando una oleada de críticas negativas, más por asuntos externos a la película en sí, pero también por lo poco conseguida que supuestamente está. Y bueno, partiendo de lo innecesarias que son estas adaptaciones de Disney —que sin embargo son negocio— no lo tenían nada fácil. Por un lado, la princesa protagonista Blanca Nieves es en la cinta original un personaje femenino con poca agencia propia, damisela en apuros, envidiada por su belleza, que es resucitada por un beso de amor de un príncipe al que había visto una vez en su vida. De nuevo, puestos a actualizar esta historia, había que hacer varios ajustes. Y vaya que se hicieron.
El retrato, a través de los tiempos, ha sido un instrumento poderoso en la política y los gobiernos. Más que una imagen, construye identidad y refuerza la presencia de los líderes. Su difusión masiva facilita la legitimación ante el pueblo. La exposición virtual del Museo Legislativo “Sentimientos de la Nación” ofrece un fascinante recorrido por este fenómeno en la muestra: “El retrato como herramienta política en la historia”.
El 3 de julio se conmemora el natalicio de Franz Kafka, nacido en Praga en 1883. Es fecha significativa para la literatura universal, ya que se le considera de los escritores más representativos del siglo XX. Sus novelas La metamorfosis, El proceso y El castillo dieron origen al adjetivo “kafkiano”, que describe situaciones absurdas, opresivas o burocráticamente incomprensibles.