Las constituciones son una abstracción social que reflejan la lucha de un pueblo y sus aspiraciones y a medida que las sociedades se desarrollan enmiendan su texto para adaptar sus marcos legales a las nuevas circunstancias, consolidando principios y nuevas reglas de convivencia, que se refrendan con un nuevo pacto político y social.
La lucha por impulsar el voto femenino y otorgar la ciudadanía a las mujeres ha dado frutos. Desde la apertura de espacios y toma de decisiones en la política hasta su arribo al poder local, a los congresos, así como a cargos en los gabinetes presidenciales como secretarias de Estado, gobernadoras, hasta llegar a la primera presidenta de México.
Los estereotipos de género persisten en la política. Las mujeres a menudo enfrentan juicios basados en su apariencia, voz o estilo de mandato. A pesar de los avances, siguen siendo minoría en puestos de liderazgo político. Menos del 10% de los países tienen jefas de Estado o de Gobierno. Las mujeres líderes enfrentan violencia y amenazas, la seguridad personal es un desafío constante. A lo anterior podemos añadir las dificultades para conciliar vida familiar y política, así como la falta de programas de apoyo, que es el caso del cuidado infantil accesible.
De acuerdo con el Instituto Nacional Electoral, la democracia es una forma de gobierno, un modo de organizar el poder político en el que lo decisivo es que el pueblo no es sólo el objeto del gobierno al que hay que gobernar, sino también el sujeto que gobierna y el principio constitutivo de la democracia es el de la soberanía popular, esto es, que el único soberano legítimo es el pueblo. Ningún poder, ninguna autoridad está por encima de él, y la legalidad misma adquiere su legitimidad por ser expresión en definitiva de la voluntad popular.