Muy cierto es que está de moda hablar, criticar y hacer el mayor ruido posible sobre la situación que nos ha tocado vivir en el presente. Me atrevo a decir que quien no habla de crisis, de política o de economía es un individuo indiferente a todo lo que le rodea.
Cuando éramos pequeños, solíamos (algunos) gritar a los cuatro vientos: “¡Como México no hay dos!” Sin embargo, crecemos y nos damos cuenta de que, en efecto, México es único, pero el gobierno actual lo está hundiendo, más de lo que ya estaba y con todo cinismo e hipocresía.
La historia reciente de nuestro país es de todos conocida, creo que no vale la pena escribirla mas que con el fin de continuar la “cacería de brujas” de la 4T.
Aquello que considero digno de retener en nuestra atención y de reflexionar es el hecho de que los mexicanos hemos adquirido, por fin, la conciencia de crisis. Comenzamos, por tanto, a ser adultos.
Así como el dolor es bueno en tanto nos avisa de un peligro o enfermedad, la crisis actual debe llevarnos a todos, no solo a las autoridades, sino a los ciudadanos también, a aceptar que estamos en crisis, es decir, dejar de lado nuestro malinchismo tradicional.
En segundo término, debe llevarnos a darnos cuenta de que esta crisis abarca todo el país, y que a quienes más daña es a los que nada tienen y nunca han tenido. Por lo tanto, esta situación debe encauzarnos hacia un espíritu de solidaridad con ellos.
El hecho es que hemos estado siempre bajo el poder de un gobierno que ha menospreciado el sentir del pueblo porque nunca lo ha conocido.
Si estamos ya conscientes de nuestra crisis, es el momento de actuar. No es posible actuar sin el pleno conocimiento del mal que nos aqueja.