Se acaba marzo y una ola de cifras duras y emociones llegan a mi sistema nervioso. Desde la preparatoria he tomado roles de liderazgo en temas relacionados con mujeres, desde advocar por justicia menstrual en comunidades rurales, hasta encabezar un grupo con más de 200 alumnas y exalumnas del ITAM para incentivar la participación de mujeres en sectores financieros y corporativos. Así, que como es esperado, marzo siempre lo he visto como mi mes y la marcha como mi espacio para expresar aquello por lo que he luchado tantos años. Pero este año, fue inevitable no ver la marcha como un privilegio.
El voto joven no solamente es un derecho, también es una obligación y en estas próximas elecciones del 2 de junio es de particular importancia debido a los difíciles momentos por los que pasa el país. Este tema debe asumirse con seriedad y responsabilidad. Al igual que decidimos si asistir a una fiesta o no, o bien, entrar o no a una clase en la universidad nos guste o no, o si consideramos cambiarnos de trabajo o permanecer en el que tenemos debemos considerar el impacto de nuestras decisiones políticas en nuestras vidas y en el futuro de México.
La violencia contra la niñez es un grave problema que impera en México desde hace mucho tiempo; se le considera un fenómeno social, pero también como un delito que se sanciona de varias maneras, según se agreda a un infante.
No es la primera vez que vivimos una intensa polémica en torno a las encuestas electorales. Durante el proceso del 2012 se desató una fuerte crítica que se intensificó después de que la mayoría de las casas encuestadoras calcularon erróneamente el margen de victoria de Peña Nieto, en más de dos dígitos; otras empresas sobrestimaron la participación electoral en más de 20 puntos porcentuales, incluso Gea-Isa y Ulises Beltrán colocaron a Josefina Vázquez Mota en el segundo lugar, a mediados de junio de 2012. En ese proceso únicamente Berumen, Mercaei, Demotecnia y Reforma se acercaron al resultado de la elección, que no pasó de un digito.