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El cáncer no es muerte


Aída Espinosa Torres

“El cáncer de mama sigue siendo el padecimiento de mayor prevalencia entre las mujeres. De acuerdo con cifras de la fundación Cima, aproximadamente 18 mujeres mueren todos los días por esta enfermedad. De detectarlo a tiempo y con el tratamiento y la actitud adecuada, el 95 por ciento estarían vivas. Definitivamente, hay que pasar a la acción”.

Así lo sostiene Miriam Vargas, una empresaria, esposa y madre de dos hijas, a quien le diagnosticaron cáncer de mama, siete años después de que su mamá muriera de este padecimiento.

Con voz, poderosa, que refleja vida, recuerda: “Yo me entero explorándome en el baño porque siete años atrás mi madre había muerto de cáncer de mama. Cuando recibí la noticia dije: me voy a morir”. Miriam, después de esta dolorosa noticia, decidió escribir un libro para compartir no solamente su experiencia, sino reflexiones y ejercicios que le pueden servir a quien está atravesando por un mal momento.

 “Yo quise compartir mi historia para hablar del amor propio. Cuando me hice la mastografía, me piden la del año anterior, que, debido a mis ocupaciones, no me había hecho. Por cumplir con mi familia, mi empresa, menos conmigo, no me había hecho el examen el año anterior”.

¿Cuál fue la diferencia entre el caso de tu mamá y el tuyo?

Mi mamá, a pesar de que era enfermera y mi papá doctor, se lo detectó tardíamente, en etapa cuatro. Tuvo depresiones prolongadas porque es una enfermedad devastadora y finalmente murió. No fue un caso de éxito como el mío. Decidí hacer diferente mi lucha a la de mi mamá. Está bien estar triste, enojada, frustrada, porque son emociones normales, pero lo que no está bien es quedarse en ellas por mucho tiempo porque el sistema inmunológico empieza a deprimirse y es cuando la enfermedad avanza.

¿Quiénes te acompañaron en el proceso?

Mi familia estuvo conmigo. Me atendí en Los Ángeles, gracias a que mi hermana vive en esa ciudad y estuve viendo doctores allá. Fue muy bueno porque en el proceso conozco a Renata Sprionello y Joseph Levry, creadores del Naam Yoga. También hice ejercicios de programación neurolingüística. Todo lo que aprendí los comparto en el libro.

Mis hijas y mi esposo me acompañaron en el proceso y ellos narran como lo vivieron desde su lado. El acompañamiento para las personas que estén en cualquier enfermedad es básico y también los amigos. Es verdad lo que dice aquella frase de que el amor todo lo puede.

¿Cuánto duró tu proceso?

Mi proceso duró aproximadamente un año, desde que me detectaron el cáncer, luego me hacen la mastectomía de los dos pechos, porque, además del que tenía el quiste, el otro seno estaba bajo sospecha; no quise que hubiera un riesgo. Después viene la quimioterapia, en total, fue un año, después estuve casi cinco años en remisión, con un medicamento, pero ese medicamento también tiene secuelas. Hice bicicleta de ruta y ahora recorro hasta 60 kilómetros. En el libro cuento cómo lo hago.

Dignificar la enfermedad

¿Cómo rescatar lo bueno de las situaciones difíciles?

Hay que dignificar la enfermedad y al paciente, no hay que victimizarse. Somos una cultura que tendemos a victimizarnos y lo único que provoca es reprimir el sistema inmunológico y gastar tus energías en el lamento: “por qué a mí”. Todo eso se tiene que superar; es pasar del miedo a la valentía. Espero que el libro que escribí, El regalo que no pedí, sirva para que la gente tenga mejor calidad de vida, acceder a estados de ánimo de valentía y enfrentar cualquier adversidad. Si te estancas en la victimización lo único que generas es quedar en un remolino de energías negativas que no te permitirá mirar hacia adelante ni ver ninguna oportunidad.

¿Cómo te cambió la enfermedad?

Soy otra persona antes y después del cáncer. Sigo trabajando, sigo en mi negocio, sigo siendo mamá, esposa, pero haciendo lo esencial, ya no me desgasto en tonterías. Hay que saber dónde depositar la energía, escoger entre estar angustiada en espera de que regrese la enfermedad o vivir. ¿Dónde va estar tu energía hoy? Esta pregunta debe hacerse todos los días.

¿Hay vida después del cáncer?

Mi cáncer fue hormonal, y sí, me trajo muchos trastornos hormonales, entonces, además de andar en bici, tomo suplementos alimenticios. Cambié mi alimentación; voy con una doctora funcional que maneja tratamientos naturales; además, si hay gente que me genera cosas negativas, me quito de ahí. Nadie, con cáncer o no, tiene asegurado el próximo minuto; hay que saber que cáncer no es muerte.


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