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Revocación de mandato


Toño Cárdenas

El ejercicio de revocación de mandato se realizó por primera vez en la historia de México de una manera accidentada y con episodios difíciles de explicar. De entrada, es necesario decir que la revocación de mandato, a mí parecer y al de muchas personas expertas en el tema, es una herramienta que resta más que suma a los regímenes presidenciales como el mexicano. La habilidad de dar un voto de no confianza para retirar al titular del Ejecutivo del poder es más una característica de los regímenes parlamentarios donde las y los primeros ministros no tienen un periodo de encargo predefinido y, por lo tanto, se necesita de un mecanismo para poder deponerles. En los regímenes presidenciales se ha planteado su utilidad como una manera de reafirmar la legitimidad del gobierno ante la sociedad, pero la realidad es que cuando se ha activado ha brindado más inestabilidad que certeza o simplemente queda en una herramienta de propaganda del régimen actual.

A pesar de ello, México decidió, a través de sus legisladoras y legisladores electos democráticamente, incorporar esta figura a su entramado democrático y debemos aceptar que forma parte de las reglas del juego. La jornada de este domingo 10 de abril mostró lo dañino que puede ser para la democracia participativa que uno de sus instrumentos se aplique a la fuerza y sin el objetivo real para que está diseñado. El objetivo de una revocación de mandato es, como el nombre lo indica, quitar del poder Ejecutivo a una persona que ha perdido la confianza de la población; no es un proceso de ratificación, sólo se activa cuando hay un malestar generalizado en la sociedad hacia el gobierno en turno. Este ejercicio nunca fue planteado así por la coalición gobernante, era extraño ver a las bases que apoyan al presidente pedir que les preguntaran si querían que se fuera para responder que no. Este sin sentido hace que el mecanismo quede vacío de entrada ¿por qué quieren que confirme que siga el presidente si nadie le ha pedido que se vaya? y de ahí la baja participación del 18% que vimos el pasado el domingo.

Después de los cómputos se concluyo que hubo una participación de 17 millones de personas, lo que significa que más del 80% de las personas que pueden votar en el país decidieron no acudir al proceso. De esos 17 millones, más del 90%, alrededor de unos 15 millones, votó por la permanencia del presidente y el resto en contra. ¿Cómo podemos interpretar estos resultados? Para ello tenemos que decir primero cómo es que no debemos interpretarlos:

1.    No podemos compararlos con los votos que obtuvieron los opositores en 2018. Un proceso de revocación de mandato no es una elección, no hubo un proyecto alternativo contraste que hiciera campaña al presidente, no hubo otra candidatura ni otra propuesta, por lo que una comparación de esto es, en el mejor de los casos, deshonesta.

2.    No podemos compararlos con los votos obtenidos por el actual presidente en el 2018 o antes. Esto porque nuevamente las elecciones son procesos de confrontación de programas y en este proceso no los hubo. El comparar ambos es el equivalente a tratar de medir a una persona maratonista con la misma vara que alguien que corre 100 metros planos con la excusa de que en ambos deportes se usan los pies.

3.    No podemos decir que era tramposo el llamar a no participar. A diferencia de una elección normal donde, aunque participe el 10%, ésta será siempre válida, en la revocación de mandato se estableció el piso mínimo del 40% para su validez, por lo que se acepta que el no participar y llamar a la no participación tiene un peso, fundamento y objetivo claro y legítimo, no avalar un mecanismo que no tienen razón por el momento.

De nuevo, no deja de parecer un poco extraño que, pese a que las y los promotores del ejercicio decían que éste era necesario por ser una promoción de una herramienta de la democracia participativa que era necesario consolidar, toda la narrativa posterior al ejercicio ha sido compararla con resultados electorales previos. ¿El objetivo era dar firmeza a una herramienta de participación o medir el apoyo del presidente? A mí parecer no se pueden las dos y ahora queda claro que el objetivo siempre fue la segunda.

Lo que podemos concluir de este ejercicio es que el presidente tiene una base dura de apoyo de 15 millones de personas. Tomando en cuenta que el padrón electoral consta de alrededor de 92 millones eso significa que hay 77 millones de personas que no están en la bolsa de la coalición gobernante. ¿Todas ellas pertenecen a la oposición? No ¿Todas ellas van a votar en 24? Tampoco ¿La oposición las puede capturar a todas? Difícilmente. Lo cierto es que esas personas están ahí esperando a ser convencidas ya sea por la coalición gobernante o por un proyecto alternativo. Esto confirma nuevamente que México es un país plural y diverso en el que nadie puede asumirse como la mayoría infalible que siempre estará en el poder y que cuenta con todo el apoyo popular. Todo lo contrario, México tiene una sociedad que debe ser constantemente convencida, el apoyo a un proyecto no (y no debería ser) ni automático ni gratuito.

Para finalizar vale la pena mencionar que México mostró nuevamente que tiene en el INE una de sus instituciones más fuertes. A pesar de la falta de presupuesto, del golpeteo político y de las presiones, obtuvimos una jornada en paz, con civilidad y resultados prontos y certeros. Eso que hoy es cotidiano tardó años en construirse, no lo descuidemos.


Toño Cárdenas @T_Cardenas_


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