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La participación ciudadana


Maikel Ansted Hoffmann

Sin duda alguna, el domingo 5 de junio vivimos una jornada electoral no tan fructífera como muchos hubiéramos querido, no lo digo tanto por el resultado bueno o malo para los partidos políticos o los candidatos, sino por la participación ciudadana.

Desde hace unas décadas hemos vivido elecciones convocadas por el Instituto Nacional Electoral (IFE anteriormente) y es de extrañeza que nunca se ha tenido una participación del 100%, vamos, ni siquiera del 95%.
Algunas notas periodísticas consignaban que en estas elecciones del 5 de junio de 2022 se alcanzó solamente el 40% en algunos estados y en otros el 50%. De verdad, los que trabajamos desde la política nos deberíamos sentar a reflexionar y pensar respecto del por qué la gente no participa.

Tal vez, cuando los políticos nos pongamos a pensar en ello entenderemos que los ciudadanos ya están cansados de siempre lo mismo: ¡corrupción en las elecciones! Y no lo digo como si viniera del INE, el instituto hace una labor de admirarse, sino, de los llamados “mapaches”, aquellas personas enviadas por algún partido político para la compra de votos, o también podría pasar que desde el gobierno federal exista alguna manipulación… que en estos tiempos no sería raro que el director general de la CFE lo haga de nuevo, algunos recordarán quién fue el que estuvo detrás del “fraude del 88”.

Basta de creernos más fuertes que los ciudadanos, los funcionarios públicos que tienen ese cargo fue por el voto popular… Señores, ¡los ciudadanos los escogieron! Por esto están en donde están. Hay que agradecerle a esos ciudadanos y la mejor forma de agradecerles es ¡haciendo nuestro trabajo, pero no mediocre, sino: bien hecho!

¿Cuál es el fin (como finalidad) de la política? El bien común.

Me gusta la definición que tiene el Catecismo de la Iglesia Católica sobre la autoridad, que, en nuestro caso particular, la autoridad es el político: “La autoridad sólo se ejerce legítimamente si busca el bien común del grupo en cuestión […]”

Aristóteles era un gran filósofo que escribió sobre la “polis”, y decía que es el medio por el cuál los ciudadanos podían intercambiar opiniones y es importante y necesario que los ciudadanos participen en “la ciudad” para construir una sociedad justa.

Tenemos muchas lagunas y muy grandes, pero en vez de repararlas en forma definitiva nos conformamos con “echarle la culpa a todo el mundo”, a quejarnos y a predecir toda clase de catástrofes.

Hoy una laguna que debemos reparar con carácter urgente es la agenda política-ciudadana. Éste es un “charco” gigantesco. Incluso lo podría describir como un cáncer que nos invade y que lleva por nombre la apatía de los gobernantes a los ciudadanos y viceversa.

Necesitamos ser buenos políticos, no solamente buscar el bien particular (que no está mal si se hace por medios justos, legales, éticos y morales); tenemos la obligación de velar por el bien de los demás, de la sociedad.

Así, tal vez, si volvemos a los principios éticos y morales de la política, los ciudadanos podrían participar más y mejor, no solamente en las elecciones, sino en la política completa.

Twitter: @AnstedM

Instagram: @maikelanstedmx

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